Tiene de todo. La última película de Tarantino arranca como un western monumental, sigue como una obra de teatro llena de diálogos brillantes y acaba como el Ball de Parra: con una sangrienta ensalada de tiros a mitad de camino entre los clásicos almerienses de Sergio Leone y los finales cómico/gritones de las aventuras de Gabi, Fofó y Miliki. Viendo esa diligencia discurrir por impresionantes paisajes nevados y escuchando el maravilloso duelo dialéctico entre unos personajes típicamente tarantinianos y espléndidamente interpretados nadie puede poner en duda que “Los odiosos ocho” es una obra maestra del genio de “Pulp fiction”. Homenajes, autohomenajes, parodias y guiños de mitómano se suceden en una película larga que en ningún momento se hace larga. La pregunta llega en el último tramo del film: ¿Hacía falta este final, hacían falta tantos disparos y tanto tío desangrándose por los rincones?. Tarantino, el autor, cree que sí y como es el puto amo, a él se le permite todo.