Suburbicon es una película de comedia criminal y misterio dirigida por George Clooney, escrita por los hermanos Coen, Clooney y Grant Heslov, y protagonizada por Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac. Esto es lo que dice su sinopsis. Pero Suburbicon es, además de todo eso, una palabra difícil de olvidar, un concepto salvaje.
Y de lo salvaje solamente pueden salir verbos interesantes, frases mejoradas y significados fabulosos, para el espectador ávido, aquel que surfea en la tensión y en la histeria. Para quien se atreva a visitar la comunidad de Suburbicon, está avisado de antemano: la historia se divide en dos, la casa que será escenario de una intriga criminal, por una parte, y la morada de una familia recién llegada que sufrirá la discriminación de sus vecinos por ser de raza negra. Dos apartamentos, cada uno ocupado por una de las dos ideas. Y es que Suburbicon es tan negra como la imprenta de los hermanos Coen y tan social y reivindicativa como el tinte de George Clooney. La primera trama nos abre el apetito con la delicatessen de Julianne Moore mejorada al cuadrado –y no es fruto de un espejismo- y un Matt Damon impecable, con la única salvedad de la sangre que le viene marcada –y salpicada- por el propio guión. El vínculo con sus vecinos se establece gracias a que, en ambos núcleos familiares, existe un protagonista de la misma edad: dos niños que acabarán, irremediablemente, estrechando lazos por necesidad.
Quien entre a Suburbicon, también sabe que ha de hacerlo con paciencia: el guion de los Coen roza las dos horas. No caigamos en la debilidad de considerar que se trata de una película lenta, porque ni el reparto, insisto, ni la ambientación, ni ese toque repetitivo de moralidad ridiculizada, lo permiten. Ni siquiera por el ápice de empatía que el receptor puede sentir con los asesinos –que, por cierto, van de cara desde el principio-. O el final. Es brillante. Suburbicon, en los cines Altet, es para duros de pelar, para aquellos que piensan que la mejor hora del té es justo después de haber cometido un asesinato. No apto para pusilánimes ni espectadores amantes de los finales felices, ni para intolerantes al humor ácido. Que la disfrutéis… a lo salvaje, claro.