Visualmente poderosa Thelma es una película que se escribe con encuadres y sonidos, haciendo uso de la palabra solo en momentos imprescindibles. Unos cuidados diálogos y una formidable dirección de actores a cargo de Joachim Trier, director y coguionista, se deslizan por un impresionante paisaje nórdico que acompaña a la psicología de los personajes.
En algunos momentos recuerda en la forma de tratar el género a la sueca ‘Déjame entrar’ que transforma una película de vampiros en un drama psicológico y social. Thelma juega al mismo juego, explora el subgénero de los poderes de chicas adolescentes con una profundidad psicológica que abruma. Que nadie espere ver una película de efectos, ni de sustos, su director huye directamente de utilizarlos. El terror está en el estrés, en la auto-tortura y en los sentimientos de culpa de sus personajes.
El sofisticado lenguaje visual que utiliza y la sutileza de la textura de sus imágenes a mí me ha recordado en algunos momentos al cine de Ingmar Bergman. Especialmente, la secuencia en la ópera en el que el director muestra el espectáculo de música y danza que se representa en el escenario en paralelo a la perturbadoras sensaciones que experimentan las dos protagonistas que lo contemplan desde el patio de butacas.
Coproducida por Noruega, Suecia, Dinamarca y Francia Thelma derrocha refinamiento y lleva el sello de recientes películas y series nórdicas en el que el paisaje y la naturaleza forman parte del argumento y en el que sus personajes derrochan profundidad.
En los últimos años el sensitivo cine Nórdico me fascina más que cualquier otro cine y me conecta con el cine de autor escandinavo que junto con el francés despertó mi amor por el cine. Thelma no reinventa el cine dogmático pero sitúa en una nueva dimensión temas tratados en otras ocasiones que puede llegar a provocar una gran fascinación.