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A fondo
Apuntes tras el año de la pandemia
Alcoy cumple doce meses soportando los efectos de una crisis sanitaria que ha acabado con la normalidad
Javier Llopis - 07/03/2021
Apuntes tras el año de la pandemia
FOTO: PACO GRAU

De repente, un mes de marzo se nos vino el mundo encima. Alcoy está a punto de cerrar uno de los años más negros de su Historia, un periodo de doce meses en el que desapareció hasta el más mínimo resto de normalidad y en el que nos enfrentamos con la muerte, la enfermedad, la ruina económica y el miedo. Es un buen momento para hacer balances y para repasar los efectos que ha tenido esta pesadilla sobre una sociedad que no estaba preparada para un golpe de esta envergadura.

1-Salir en los telediarios

A lo largo de este año terrible, Alcoy ha salido en dos ocasiones en los telediarios nacionales: la primera a causa del vergonzante drama del geriátrico de Oliver, en el que en las primeras fases de la pandemia murieron más de la mitad de los internos, y la segunda, tras el desastre de la Navidad, que nos colocó durante varias semanas en la cabeza del ranking nacional de incidencia del coronavirus. El primer caso nos puso ante una evidencia difícil de digerir: la atención a nuestros mayores había sido sometida (casi de tapadillo) a un proceso de privatización, que suponía gestionar como un negocio algo que debería tratarse como un servicio básico, al mismo nivel que la sanidad o la educación. Por lo que respecta a la durísima resaca postnavideña, Alcoy sufrió las consecuencias del mismo fenómeno de falta de previsión y de irresponsabilidad que afectó a todo el país, aunque aquí las estadísticas se dispararon por la peculiar vitalidad social de nuestro ciclo navideño. Vale la pena volver la vista sobre el desastre de Oliver y expresar una sospecha intranquilizadora: nuestras autoridades parecen haber sucumbido a la tentación de enterrar esta tragedia en el olvido, apuntándola al capítulo de daños generales de la pandemia. De prosperar esta estrategia, todos los alcoyanos tendríamos motivos para sonrojarnos. En Oliver pasó algo muy grave, hubo errores de bulto y deficiencias muy importantes y estamos moralmente obligados a exigir que se esclarezcan las responsabilidades y a que se asuman las culpas, ya sea por la vía judicial o por la administrativa, revisando en profundidad las condiciones de la concesión. No hay espacio ético para las componendas.

2-A la fuerza ahorcan

Es una de las pocas noticias positivas que nos dejó la pandemia. De repente, un buen día, la gente que maneja el cotarro político y económico descubrió la existencia de la industria. A la vista de la debacle que la pandemia provocaba en los servicios (léase turismo, hostelería y comercio), políticos de todos los colores comprobaron que sectores manufactureros clásicos, como el textil, resistían mucho mejor los embates de la crisis sanitaria y ofrecían una alternativa de desarrollo mucho más sólida. Ayuntamientos que hace unos años se peleaban por la instalación de un centro comercial o de una franquicia de una multinacional de comida rápida empiezan ahora a luchar por proyectos de polos empresariales basados en la innovación y en la tecnología. Alcoy debería ser una de las ciudades beneficiarias de este cambio de política económica. Tras décadas de soportar agravios frente a un sector turístico permanentemente favorecido por ríos de dinero público (tanto en ayudas directas, como en infraestructuras), llega el turno de las ciudades industriales del interior. Proyectos como el de la fundición de Rodes pueden marcar el futuro. Si esta iniciativa se convierte en una realidad seria y eficiente, estaríamos en los albores de un cambio del papel de Alcoy en el mapa de la Comunitat Valenciana. Si el plan para revitalizar esta vieja fábrica se pierde en unos juegos florales de presentaciones vacías y de aplazamientos, volveremos a la misma milonga triste y victimista de siempre.

3-Cómo resucitar una buena idea

Era una buena idea: complementar el tradicional modelo de monocultivo industrial de Alcoy, con una propuesta turística basada en la cultura y el patrimonio. El desarrollo de proyectos como el CADA, la promoción de nuestras fiestas y tradiciones, la capitalidad cultural y la explotación del legado modernista e industrial jugaban un papel central en esta línea de actuación. El comercio y la hostelería estaban destinados a ser los principales beneficiarios de este tirón. Empezaba a perfilarse un futuro ilusionante, en el que miles de visitantes se dejaban el dinerillo en una ciudad con una buena oferta gastronómica y con un buen escaparate de comercios de todo tipo. Este castillo de naipes se ha venido abajo con las restricciones de la pandemia. Esta alternativa resulta inviable en un paisaje de bares cerrados y de tiendas que han bajado la persiana por falta de clientes. Reconstruir esta vía económica va a ser una tarea difícil; muchos pequeños empresarios han decidido arrojar la toalla de forma definitiva (basta echarle una mirada a la desoladora Alameda) y la recuperación del tejido hostelero y comercial pasa por conseguir que lleguen ayudas públicas con rapidez y en cantidad. Este milagro se ha de producir en unos momentos en los que hay bofetadas para obtener fondos de las diferentes instituciones públicas valencianas.

4-Los riesgos de ir de sobrados

Esta crisis pandémica ha tenido la rara virtud de poner sobre la mesa las evidentes limitaciones de nuestra infraestructura sanitaria. Durante décadas, los habitantes del Área de Salud de Alcoy, que va desde Castalla hasta la Vall d’Alcalá, asumimos que vivíamos en la mejor de las sanidades públicas posibles y que disponíamos de instalaciones y de personal suficiente para enfrentar cualquier emergencia. El coronavirus ha reventado las costuras de nuestra red asistencial y nos ha quitado la venda de los ojos. Proyectos como el de instalar segundo hospital comarcal en Ibi, reclamado hace años por los pueblos de la Foia de Castalla, han sido sistemáticamente rechazados por los diferentes titulares de la Conselleria de Sanidad, que los consideraban innecesarios. Visto lo visto (camas en la cafetería del Virgen de los Lirios y atención “nocovid” bajo mínimos), ahora no suena tan descabellada esta reivindicación. Algo muy parecido pasa con la atención geriátrica. La última residencia pública de mayores se inauguró hace 30 años en el Preventorio y desde entonces, a pesar de que ha crecido de forma espectacular el envejecimiento de la población, todos estos proyectos se han dejado en manos de empresas privadas. Las bases de esta anómala situación las pusieron los gobiernos del PP, pero no se ha producido ningún cambio sustancial desde la entrada de la izquierda en la Generalitat hace seis años.

5-En el puro hueso

Los alcoyanos conformamos un grupo humano altamente gregario en el que el contacto social permanente es una parte básica de nuestro sistema de convivencia. Desde el modesto montepío de un grupo de amigos en un bar al gigantesco entramado de las Fiestas de Moros y Cristianos, nuestra agenda está repleta de momentos que sólo tienen sentido si se abordan en cuadrilla. Durante un año, las restricciones han supuesto una suspensión drástica de esta parte tan importante de nuestra alma colectiva. Ha sido una amputación traumática y difícil de digerir. Cultura, deportes, fiestas, ciclo navideño, romerías, semanas modernistas, bodas, bautizos, comuniones y todo tipo de contactos informales han quedo prohibidos por decreto ley. Además de soportar la privación de una nuestras señas de identidad, los habitantes de esta ciudad hemos podido asistir en primera línea a un doloroso experimento sociológico: ¿Qué pasaría en Alcoy, si durante doce meses se suspendieran todos sus eventos sociales?. La respuesta a esta pregunta la hemos podido ver todos: la ciudad se queda en el puro hueso, es una carcasa semivacía y sin pulso cívico,  cuyos habitantes han entrado en un raro estado psicológico que oscila entre la ansiedad, el miedo y la tristeza. Hay alcoyanos que le aúllan a la luna, pidiéndole al cielo un noche de entraetes, otros entran en llanto al recordar que este año sus hijos o sus nietos se han quedado sin Cabalgata de Reyes y también existe gente que vendería su alma al diablo para poder tomarse unas albóndigas de aladroc y unas cañas con los amigos en medio del olor a fritanga del bar de toda la vida. Doce meses de vivir de casa al trabajo (el que lo tenga) y del trabajo a casa han dejado su huella y cuando esto se normalice, tendremos que someternos a un potente plan de choque para recobrar nuestros legendarios y anquilosados hábitos sociales.

6-Apariciones y desapariciones de la política

Los primeros nueve meses de pandemia provocaron en Alcoy un fenómeno singular: la desaparición de la política local. La brutalidad de la crisis sanitaria y el hecho incontestable de que las competencias sobre el tema correspondían a la Generalitat convirtieron la escena política municipal en una balsa de aceite. Fueron tiempos de consenso en los que apenas nadie puso pegas a la actuación de un gobierno municipal, que optaba por el perfil bajo y por dejar las cuestiones del coronavirus en manos de la Conselleria de Sanidad, centrando toda su labor en cumplir las instrucciones autonómicas y en buscar medidas para paliar el estado de alarma social creado por el confinamiento. Este tratado de paz expiró ruidosamente en Navidad. La política apareció con todo su esplendor y con toda su dureza en un virulento debate en el que los grupos más activos de la oposición exigían medidas de control ante unas celebraciones que después darían lugar a la virulenta tercera oleada. En medio de este debate, la noticia de que el alcalde había sido descubierto viviendo en Penáguila le echó más leña al fuego y tensionó aún más los enfrentamientos en el salón de plenos. Tras constatarse que llegaremos a la mitad de la legislatura municipal con la pandemia aún activa, nos encontramos ante una previsión incontestable: el coronavirus será el tema central de las próximas elecciones locales, los ciudadanos decidirán quién gobierna la ciudad entre 2023-2027 tras valorar las diferentes reacciones a esta crisis sanitaria. Entre mascarillas, bares cerrados y cierres perimetrales, el resto de los asuntos de la actualidad ciudadana han pasado a convertirse en cuestiones secundarias y el que no asuma está realidad está condenado a estrellarse en las urnas.

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