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Beethoven, el sordo genial (1ª parte)
En el 250 aniversario de su nacimiento
Alfonso Jordá Morey - 15/12/2020
Beethoven, el sordo genial (1ª parte)

LUDWIG VAN BEETHOVEN, UN HOMBRE DE GRANDES IDEALES
Europa había declarado 2020 como el año Beethoven con motivo del 250 aniversario de su nacimiento, acaecido un 16 de diciembre de 1770 en la ciudad alemana de Bonn. No han sido pocos en el mundo los eventos en su memoria, a pesar del azote de la crisis sanitaria. Sin embargo, no se ha podido celebrar por todo lo alto como estaba previsto y el genio merece.

Muy triste que hayan sido cancelados multitud de conciertos dedicados a él, especialmente en Europa y en América del Norte, cuna de las mejores orquestas, donde el Beethoven sinfónico figura como uno de los más programados a lo largo de casi dos siglos. Quizá 2021 tendría que haber sido ese año dada la fecha en que nació; pero nadie sabía lo que iba a suceder, y tal vez, y es desde luego deseable, que esos conciertos sinfónicos, corales, recitales camerísticos o de piano, o bien su flamante ópera “Fidelio”, programados a lo largo del año más terriblemente negro de nuestra reciente historia, sean recuperados cuando sea posible y ofrecidos a un público que lo espera más pronto que tarde. Beethoven no va a ser menos que J. S. Bach o Mozart, cuyos aniversarios fueron conmemorados de forma notoria, no solo con conciertos, sino con exposiciones y grabaciones discográficas que hoy son auténticas reliquias.

Ludwig van Beethoven compuso una cifra de 350 obras aproximadamente; 138 están catalogadas por sus editores con un número de opus (Op.) y otras 205, tras su muerte, con la abreviatura WoO (Werke ohne Opuszahl, obras sin número de opus). Tanto en un catálogo como en otro encontramos verdaderas joyas, unas más interpretadas y grabadas que otras, por tanto más o menos famosas, claro, pero con el indiscutible sello de un maestro que traspasó la genialidad. Beethoven vivió en una época de convulsiones y revoluciones o luchas nacionales como la Guerra de la Independencia de los EEUU, la fragmentación de Polonia, la Revolución Francesa y el posterior ascenso de Napoleón Bonaparte, entre otros sucesos que cambiarían el mundo. Tendría una vida tormentosa marcada en parte por su infancia; su padre y profesor de música, el tenor Johann van Beethoven, le obligaría a los 7 años a parecerse al prodigioso Mozart, dando recitales de piano por distintas ciudades alemanas interpretando obras de Johann S. Bach, de su hijo Carl Philipp Emanuel Bach y del mismo Wolfgang Amadeus Mozart, presentándolo como un mozalbete de 6 años para impresionar todavía más a la audiencia. Cuando tocaba mal le reprochaba diciéndole entre otras cosas que era la vergüenza de la familia, con incluso una bofetada como “premio”. Tampoco sus relaciones sociales y su vida amorosa fueron demasiado apacibles dado su rudo carácter, algo que ya mostraría desde muy joven, a pesar de los mimos de su dulce y adorada madre María Magdalena Keverich, maltratada a veces por su esposo cuando se emborrachaba. Lo que al principio fue un aprendizaje angustioso, acabó por convertirse en un proceso en el que desarrollaría un instinto creativo, casi autodidacta, que lo llevaría finalmente a niveles altos de ingenio y a la universalidad. Al contrario que los grandes del Clasicismo Mozart y Haydn (uno de sus maestros) que componían para la Corte, quienes le influenciarían musicalmente en sus primeras composiciones, Beethoven decide sabiamente componer para la Humanidad y cambiar esquemas. La evolución musical que propiciaría en lo que se refiere a instrumentación, cromatismo, carácter armónico o línea melódica en definitiva, dio lugar a otras sonoridades bien distintas, cediendo el paso al Romanticismo musical, sentando las bases de un nuevo sinfonismo y estableciendo por consiguiente una nueva y revolucionaria era con la aparición de compositores mayoritariamente alemanes y austriacos, que seguirían esa línea progresiva en los sucesivos años y décadas: Sphor, Weber, Schubert, Mendelssohn, Berlioz, Brahms, Schumann, Liszt, Wagner, Bruckner, Dvorak o Mahler, entre otros de distintas escuelas como la rusa, francesa, británica, eslava o italiana, que se verían influenciados por ese cambio conceptual.

Si al principio Beethoven dejaba desconcertados a sus oyentes, estos fueron acostumbrándose a ese lenguaje musical tan personal que acabó por impresionarles. Viena, donde tenía residencia, vio sus primeros éxitos. También fue la ciudad donde empezó a sufrir los primeros síntomas de sordera, algo que fue empeorando con los años junto a otras enfermedades degenerativas; ¿las bofetadas de su padre cuando era niño tendrían algo que ver con esa pérdida auditiva? A sus 32 años recibió la mala noticia de que su sordera era irreversible, algo que le causó una profunda depresión. Pero su talento estaba por encima de ese mal. Murió en 1827 a los 56 años dejando un impresionante legado; dos días después del fallecimiento se celebró su funeral en el cementerio vienés de Währing, al que asistieron más de 20000 personas. Hoy, Beethoven, es un imprescindible de las salas de conciertos, del aprendizaje musical y de los hogares donde la Música de los grandes maestros forma parte de la vida cotidiana.

Alfonso Jordá Morey
Presidente de la Asociación de Amigos de la Música de Alcoy

 

Próximamente:
“Las más sobresalientes monumentalidades de Beethoven”

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