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A fondo
Historia del Rock Progresivo (II). Un recorrido heterodoxo hasta nuestros días
Pau Sellés - 08/03/2021
Historia del Rock Progresivo (II). Un recorrido heterodoxo hasta nuestros días
Dream Theater, una de las bandas de Metal progresivo más influyentes de los últimos 30 años

Después del ascenso y la caída de la década de los 1970 llegó el momento de la reinvención. Las fórmulas del género AOR empezaron a captar adeptos entre la bancada progresiva. Uno de los casos más paradigmáticos fue el de Asia (mundialmente conocidos por su éxito ‘Heat of the moment’),  formada en 1981 por pesos pesados del prog como John Wetton (King Crimson), Carl Palmer (Emerson, Lake and Palmer) y Steve Howe (Yes). Cabe decir que desde Estados Unidos ya hacía un lustro que otras bandas habían iniciado el camino hacia el rock ‘radiable’ (AOR – Album Oriented Radio). Hablamos de grupos como Journey, Boston, Toto y sobre todo Kansas. Accesibles sin perder las señas de identidad del género, estos últimos nos dejaron dos de las mayores joyas del Rock Progresivo estadounidense de los 70’, los álbumes ‘Leftoverture’ y ‘Point of Know Return’.

 

Esta corriente nacida en Estados Unidos, carente de grandes pretensiones artísticas, hizo que los iconos del prog británico emprendieran una reconversión. ‘Owner of a Lonely Heart’ abrió a Yes las puertas de la MTV, y no es casualidad que sea el único hit de la banda en alcanzar el nº 1 en el Billboard Hot 100 estadounidense. Por su parte, Genesis dio un viraje hacía el pop-rock auspiciado en parte por la salida de Peter Gabriel y el liderazgo de Phil Collins. La transición definitiva se dio a partir del disco ‘…And Then There Were Three…’, coincidiendo con la marcha del guitarrista Steve Hackett.

Pink Floyd llegaría al cenit de su éxito con ‘The Wall’ en 1979, la gran obra conceptual por gracia y obra de su bajista y colíder Roger Waters. Sin embargo, las discrepancias creativas entre Waters y el guitarrista David Gilmour marcaron el inicio del fin para la formación. El bajista abandonó la banda después de ‘The Final Cut’ (1983) y Pink Floyd solo publicó otros tres discos de estudio (‘A Momentary Lapse of Reason’, ‘The Division Bell’ y ‘The Endless River’).

Caso aparte merece King Crimson. La banda no se dejó influir por los preceptos comerciales de los 80’ y siguió reinventándose en cada disco. Con el permanente liderazgo de Robert Fripp y talentosos músicos como Bill Bruford (batería), Adrian Belew (guitarra y voz) y Tony Levin (bajo), el grupo dio muestras de su eclecticismo en discos como ‘Discipline’ o ‘THRAK’.

Con el ‘neo-prog’ llegó la reconversión

La nueva orientación de estos buques insignia del progresivo puso fin a la época dorada del género, dando paso a lo que vino a denominarse ‘neo-prog’. También nacido en Inglaterra, fueron bandas como IQ, Pendragon y sobre todo Marillion las que consiguieron insuflar nuevos aires a la escena musical. La experimentación de los 70’ pasó el testigo en la siguiente década al perfeccionamiento de la técnica y a la preponderancia del apartado melódico. Teclados con sonidos atmosféricos a la par que solos de guitarra con un alma y sentimiento deudores del blues. El sonido añejo del mellotron dejó paso en mayor medida al sintetizador, mientras que la estructura de los álbumes se orientó a la duración de canciones convencionales y no tanto a las suites o largos movimientos orquestales.

Marillion definió en los 80’ lo que debía ser una banda de ‘neo-prog’. Fish, su primer cantante, imprimió una personalidad propia al grupo, con una puesta en escena inspirada en la que Peter Gabriel mostró una década antes al frente de Genesis. Sus clásicos ‘Script for a Jester’s Tear’ y ‘Misplaced Childhood’ siguen siendo unas de las piedras angulares de este sub-género. La banda puso punto y aparte a su carrera en los 90’ con la salida de Fish y la entrada de Steve Hogarth. En esta nueva etapa destacan los trabajos ‘Brave’ y ‘Marvels’.

Con las bases de esta segunda ola prog ya asentadas, se abrió un periodo de exploración constante que llega hasta nuestros días. Empiezan a proliferar infinidad de grupos que, o bien intentan revivir el sonido clásico de los 70’, o bien lo intentan hibridar con diversos estilos musicales. Puede que el maridaje más fecundo haya sido con el Metal, con el trabajo de tres bandas norteamericanas pioneras en el sub-género: Queensryche, Fates Warning y Dream Theater. Esta última es posiblemente la banda de progresivo que mayor influencia ha ejercido en los últimos 30 años. Con unos músicos de técnica superlativa, empezaron versionando a Rush y Iron Maiden entre clase y clase del Berklee College of Music (una de las universidades de música más importantes del mundo). A pesar de tener una discografía irregular, nos han presentado trabajos que rallan la perfección, como su segundo álbum ‘Images and Words’ y el conceptual ‘Metropolis Part 2 – Scenes from a Memory’.

El progresivo se vuelve algo inhóspito

A partir de aquí nos adentramos en territorios inhóspitos; música que puede ser esquiva en las primeras escuchas y que ejemplifica las mutaciones que ha experimentado el prog en los últimos años. Tool es una de esas bandas que ya de inicio resulta casi imposible de calificar. Post-metal, industrial, con tintes de noise y ambient… Un verdadero galimatías para los no iniciados pero cuya propuesta cabe bajo el gran paraguas del progresivo. Es característico de sus canciones el uso de compases poco habituales y de numerosos efectos de guitarra. El apartado melódico que habíamos visto hasta ahora en las formaciones de prog brilla en Tool por su ausencia. Ænima’ y ‘Lateralus’ suponen sus mejores trabajos hasta la fecha.

Los estadounidenses Death también se aproximaron al prog, aunque en su caso desde el Death metal. Hablamos de uno de los sub-géneros musicales más extremos, a priori incompatible con el prog, si no fuera por la genialidad del malogrado guitarrista Chuck Schuldiner. ‘The Sound of Perseverance’, última obra de Death antes de la muerte de  Schuldiner, es la comunión perfecta entre prog y Death metal.

Opeth supone nuestra vuelta al viejo continente. Estos suecos liderados por el genial Mikael Åkerfeldt empezaron jugueteando con el Black metal (una religión en Escandinavia) para acabar recuperando el sonido del prog setentero en sus últimos discos. La banda dio un salto cualitativo con la publicación de su quinto disco ‘Blackwater Park’, gracias a la colaboración del músico y productor Steven Wilson (alguien de quien hablaremos a continuación). Åkerfeldt acostumbró a sus fans a continuos contrastes entre voces melódicas y guturales, así como a pasajes acústicos intercalados entre afilados riffs de guitarra eléctrica. La publicación de ‘Heritage’ en 2011 supuso el viraje definitivo de Opeth al prog clásico, una decisión no exenta de polémica entre algunos fans, que ya no volverían a escuchar los ‘growls’ del vocalista sueco en su nuevo material.

El señor que hemos presentado anteriormente era el británico Steven Wilson, otro de los nombres propios del prog contemporáneo. A pesar de haber participado en infinidad de proyectos, su trabajo más destacable es el ejercido en Porcupine Tree y posteriormente con su carrera en solitario. Porcupine Tree fue un proyecto en solitario de Wilson hasta la publicación de ‘The Sky Moves Sideways’, cuando la banda empezó a integrar a más músicos. Desde la psicodelia de este último álbum hasta el Metal de ‘Fear Of A Blank Planet’, el británico demostró su talento, no solo con la guitarra, sino también con el teclado y desde la producción. A su posterior carrera en solitario le debemos obras maestras como ‘The Raven That Refused to Sing (and Other Stories)’ y ‘Hand. Cannot. Erase.’.

El panorama actual

A día de hoy el género goza de un estatus de culto, todo gracias a los millares de acérrimos oyentes que se aglutinan en comunidades virtuales para comentar las novedades de la escena prog. Basta con visitar progarchives.com (la Biblia de todo esto) para apreciar el gran predicamento del que goza esta música, con centenares de discos publicados cada año. En su base de datos tienen indexados más de 64.600 álbumes y 11.400 bandas. Países como Italia (Logos, La Maschera Di Cera, Barock Project…) o Noruega (Wobbler, Motorpsycho, Leprous…) siguen siendo auténticos hervideros de bandas de Rock Progresivo. En España también encontramos propuestas interesantes, desde el Folk celta de los gallegos Moura, hasta el Space rock de los catalanes Magick Brother and Mystic Sister.

En la difusión de este tipo de música cabe destacar la labor realizada desde Subterranea, una de las comunidades en lengua castellana más activas en la difusión del Rock Progresivo. Sus integrantes han editado revistas y libros sobre la materia, además de emitir regularmente un programa de podcast donde repasan los últimos lanzamientos del género. En cuanto a festivales, el de mayor trascendencia a nivel mundial puede que sea el Night of the Prog en Loreley (Alemania), aunque en Cataluña tuvimos una grata experiencia entre 2014 y 2018 con el Be Prog! My Friend, que trajo a Barcelona a las primeras espadas del género.

Acenso, caída y reinvención. Esa es la historia del Rock Progresivo, un género que consiguió aunar el avant-garde y la música popular; cuya diversidad e hibridación nos hacen pensar más en una actitud que en una categoría musical. A pesar de llevar décadas al margen de la atención mediática, la influencia de los King Crimson, Genesis, Pink Floyd y compañía ha permeado en infinidad de bandas. Su legado es aquel que vale la pena revisitar cada cierto tiempo, un recordatorio de que la mejor música, casi siempre, nos llega desde los márgenes.

Fotos 
1.Los excéntricos Kansas en concierto.
2.Fish, primer cantante de Marillion
3.Integrantes de la banda sueca Opeth
4.Álbum ‘Dwellers of the Deep’ (2020) de Wobbler

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