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A fondo
La pandemia en Alcoy: crónica de un fracaso colectivo
Una ciudad sitiada por el aumento de los contagios y atenazada por el miedo empieza la improbable tarea de buscar culpables
Javier Llopis - 10/01/2021
La pandemia en Alcoy: crónica de un fracaso colectivo
FOTO: PACO GRAU

Fuimos la capital mundial de la legionela y vamos camino de convertirnos en un negro referente nacional de la covid. La estadística en la que se sitúa a Alcoy en la cabeza del ranking nacional de casos de coronavirus por habitante ha provocado el cierre perimetral de la ciudad y ha tenido un impacto brutal sobre nuestra vida cotidiana y sobre nuestro estado de ánimo. Atenazada por el miedo a una pandemia en pleno periodo de expansión, la opinión pública alcoyana se ha enfrascado en la improbable tarea de buscar culpables. Hay teorías para todos los gustos: desde los que responsabilizan de todo a los ciudadanos por falta de responsabilidad a los que derivan todas las culpas sobre la torpeza de las administraciones públicas. La realidad es mucho más compleja y apunta hacia una letal combinación de errores, que podríamos englobar bajo el concepto de fracaso colectivo.

La legionela vino y se fue sin que nadie diera una explicación clara sobre el origen de una crisis sanitaria que dejó una herencia de una veintena de muertos y de centenares de enfermos. Desde una Administración desorientada se lanzaron entonces las versiones más peregrinas: desde el movimiento de tierras a las características de los vientos, pasando por la orografía de la ciudad. Algo parecido está sucediendo con la tercera oleada del coronavirus. Nadie tiene una respuesta consistente para explicar por qué en Alcoy el impacto de este ciclo epidémico está siendo muy superior que en otras ciudades en las que se han aplicado las mismas medidas preventivas y en las que aparentemente se ha producido el mismo comportamiento social.

Sea por lo que sea, la único cierto es que Alcoy es estos días una ciudad en estado de excepción sanitaria, cuyos habitantes viven con la mirada puesta en un saturado Hospital Comarcal y acompañados por un dramático runrún de conversaciones en las que se repasan las listas de infectados y de muertos. Para hacerse una idea del bajón de la moral de los alcoyanos, vale la pena llamar la atención sobre un hecho altamente significativo: el regreso a los durísimos días del confinamiento de la pasada primavera ha dejado de verse como una perspectiva terrible y empieza a contemplarse como la alternativa digna de tenerse en cuenta.

1-La ciudadanía

Para empezar, una evidencia: nada de esto habría pasado sin el concurso de un amplísimo sector de la ciudadanía alcoyana, que a lo largo del pasado mes de diciembre decidió abdicar de todas sus responsabilidades cívicas, convirtiendo en papel mojado todas las medidas preventivas. El anecdotario de la pandemia está lleno de grandes cenas familiares, de comilonas masivas de pandillas de amigos, de fiestones de Nochevieja en casas de campo, de imágenes de terrazas de bar abarrotadas y de acumulaciones de multitudes de compradores en las áreas comerciales. Hay un número importante de alcoyanos que en su momento decidió que esto del coronavirus no iba con ellos. Son gente que de forma irreflexiva ha hecho gala de una insolidaridad cruel y ofensiva, ya que su incalificable comportamiento ha dejado un rastro de víctimas inocentes: aquellas personas que cumplen escrupulosamente las instrucciones sanitarias y que se ven expuestas injustamente a una oleada de contagios descontrolada.

Llegados a este punto, toca hacerse una pregunta retórica: ¿la altísima incidencia de la pandemia se debe a que los alcoyanos son más irresponsables que el resto de los españoles?. La respuesta es un rotundo no y el que tenga alguna duda al respecto, sólo tiene que mirar las vergonzantes fotografías de los atascos de este fin de semana en la Carrasqueta, con un montón de descerebrados foráneos haciendo cola para ver la nieve en medio de una pandemia y de una alerta máxima por nevadas.

Sin embargo, conviene llamar la atención sobre una doble circunstancia que podría explicar al menos en parte el caso alcoyano. Alcoy es una ciudad con un alto espíritu gregario, que posee un índice de asociaciones, de peñas, de clubs y  montepíos por metro cuadrado muy superior a la media nacional. Además, somos una comunidad amante de las tradiciones que ha convertido el ciclo navideño en una de las cumbres de su agenda social, llenándolo de citas “absolutamente imprescindibles”. Si combinamos estos dos elementos el resultado es una sucesión interminable de celebraciones grupales, que se reparten a lo largo del último tramo del mes de diciembre y en las que desaparece hasta el más mínimo resto de las famosas distancias de seguridad. Las estadísticas de la covid de principios de año dejan muy clara la existencia de un amplio sector de gente que se puso el mundo por montera y decidió que la pandemia no iba a amargarles su tradicional programa de  festejos.

2-La Generalitat

Cuando el frenesí en la búsqueda de culpables mira hacia las instituciones, la vista se fija inmediatamente en la Generalitat, la administración pública que ha recibido del Gobierno central todas las competencias en la lucha contra esta crisis sanitaria. En medio de este tristísimo mes de enero y con la sanidad desbordada, ni los más acérrimos partidarios de Ximo Puig y del Botànic ponen en duda que el espectacular aumento de los contagios (en Alcoy y en el resto de la Comunitat Valenciana) es el resultado de una apuesta fallida, que pretendía un imposible: salvar la actividad económica del comercio y la hostelería durante el mes de diciembre y mantener de forma simultánea las acciones de contención de la enfermedad. Queda demostrada, una vez más, la validez de aquel dicho que afirmaba que «el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones».

La decisión de basarlo todo en la concienciación y en la responsabilidad de la ciudadanía se ha saldado con un rotundo fracaso. Imponer restricciones sin los instrumentos necesarios para controlar su cumplimiento es un gratuito brindis al sol; viene a ser, salvando todas las distancias que haya que salvar, como intentar que la gente cumpla el código de la circulación sin controles de la Guardia Civil, sin radares y sin multas de tráfico.

El error de la administración autonómica responde a una de las lacras principales de la actual política española: el miedo de los gobernantes a tomar medidas impopulares que puedan entrañar algún tipo de respuesta de rechazo. La experiencia de este siniestro invierno nos demuestra que el oficio de gobernar obliga a pisar cada día unos cuantos callos y exige a sus profesionales que se resistan a la irrefrenable tentación de quedar bien con todo el mundo.

3-El Ayuntamiento

El papel del Ayuntamiento de Alcoy en todo este asunto ha sido, más o menos, el mismo que han adoptado la gran mayoría de las administraciones locales españolas: ponerse en modo perfil bajo, recordar que las competencias están fuera del ámbito municipal, cumplir con efectividad  las órdenes del gobierno autonómico e intentar salvar los muebles políticos en medio de este desastre sanitario y económico. En el caso concreto de Toni Francés, sus actuaciones se han ajustado a ese manual de política moderna que aconseja a los dirigentes con responsabilidades de gobierno poner distancia con aquellos asuntos que tengan una fuerte carga negativa y centrar sus esfuerzos en todo aquello que suene positivo. Durante meses, el alcalde ha renunciado de forma calculada a ejercer un liderazgo claro y contundente en los temas relacionados con el coronavirus, manteniendo una actitud que se ha tenido que variar en las últimas semanas a causa del agravamiento del problema.

Esta decisión del líder socialista ha abierto un enorme hueco por el que se han colado en tromba los partidos más activos de la oposición (hay otras formaciones en el salón de plenos para las que la pandemia se ha convertido en una especie de largas vacaciones pagadas, pero ése es otro tema). Desde el PP, Guanyar y Compromis se ha abierto un inesperado frente de batalla que intenta lanzarle a la opinión pública un mensaje  altamente destructivo: el alcalde se ha borrado de la lucha contra este problema sanitario. En este plan de desgaste se recurre a todo tipo de munición y en él aparecen desde las propuestas más sensatas a las interpretaciones más demagógicas (hay partidos que hace unas semanas exigían la apertura de los locales de ocio nocturno y que hace unos días pidieron a voz en grito la suspensión de una Adoración de Reyes hecha casi de madrugada y en una plaza totalmente vacía).

4-La esperanzas

Aplastadas por una losa de miedo y de pesimismo, las esperanzas de los alcoyanos vienen de la mano de dos elementos básicos: el funcionamiento correcto del proceso de vacunación y un drástico cambio de actitudes por parte de la ciudadanía y de sus líderes políticos.

Con una lista de casi 200 muertos y de cerca de 5.000 afectados en el Área de Salud de Alcoy y con un paisaje económico arrasado ha quedado claro que el coronavirus no es una broma. Estamos protagonizando una historia muy complicada en la que las culpabilidades y las inocencias se desdibujan en unos territorios desconocidos. Todos deberíamos haber aprendido algo de la durísima experiencia del primer año de pandemia. A todos (a los políticos mucho más, porque para eso cobran) se nos exige un esfuerzo suplementario para entender que hay ocasiones muy especiales en las que hay que renunciar a parte de los intereses individuales para que una colectividad pueda salir del dramático atasco en el que está empantanada.

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COMENTARIOS

  1. Jorge 58 says:

    AYUNTAMIENTO No se puede hacer un cierre perimetral aleatorio, esta mañana estaba en la cola de salida de alcoy por motivos laborales y la policía ha dejado pasar delante de mí , a 7 vehículos sin detenerlos, deberían de pararnos a todos , tanto de entrada como de salida
    GENERALITAT, Nos encierran en nuestra ciudad y nos «aconsejan» no celebrar ningún acto multitudinario (cabalcata de Reyes» , y cogen y permiten al ayuntamiento de Valencia que hagan la suya, pero eso sí, no era un desfile, era un acto que no tenia que haber tanta gente ( que cara mas dura la del señor alcalde), dejan entrar a personas alcoyanas trabajando en Inglaterra, en Barcelona, en el Ave, ningún control, y los responsables aquí sufriendo las consecuencias.
    CIUDADANIA. somos unos irresponsables, la plaza de dentro petada de gente , las terrazas que les han hecho a algunos bares petadas, me pregunto ¿ donde estaban las autoridades que han permitido esto? y la irresponsabilidad de algunos restauradores, permitiendo toda la masificación en sus locales y terrazas.
    Tenemos lo que nos hemos buscado, algunos nos lo hemos encontrado .
    En fin nos tocará sufrir las irresponsabilidades de todos y en especial la falta de mandato de nuestros politicuchos que solo piensan en salvar su poltrona.

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