Los alcoyanos de sexo masculino encuentran un fascinante placer en el acto de ayudar a aparcar (o a desaparcar) su vehículo a un conductor inexperto o a una conductora novel. Este ritual lo tiene todo, ya que supone una demostración de sabiduría automovilística y de solidaridad ciudadana. El ayudador se dirige al ayudado con todo tipo de gestos hechos con las manos y los brazos, mientras repite de forma incesante la palabra mágica ¡adreça, adreça…!. Siempre dicha a grito pelado en los momentos estratégicos de la maniobra.
El uso del ¡adreça! es universal y no distingue de credos, religiones y condiciones sociales. Los alcoyanos varones utilizan esta palabra para ayudar a un hijo torpe que se ha sacado el carnet hace dos días y que intenta extraer su Seat Ibiza de las estrecheces de un parking. También la utilizan para sacar del apuro a un aturullado camionero polaco que se ha visto atrapado con su enorme trailer en la rotonda de El Camí y que no entiende ni una palabra de lo que le está diciendo aquel señor que no para de mover los brazos. Se han dado casos de conductores catalanes, confusos por el sinónimo en medio de difíciles maniobras, que han acabado por darle su dirección en Barcelona (calle, piso y distrito postal) al ayudante ante la continua repetición de la palabra adreça.
Hay que subrayar que aparcar mediante el método adreça exige al conductor unas habilidades casi sobrehumanas. Con la vista ha de seguir las indicaciones rápidas y confusas que le da el colaborador alcoyano y mientras, ha de tener el oído atento para escuchar la palabreja de marras y reaccionar a la orden en cuestión de milésimas de segundo.
En determinados ambientes alcoyanos, la versión académica de esta palabra ha sido sustituida por una adaptación estrictamente local: andereça. El significado del concepto no registra ninguna variación, pero el uso de esta fórmula gramática nos deja muy claro que el buen samaritano del aparcamiento es un alcoyano de pura cepa.