Un marido alcoyano espera nervioso a su mujer y mira de forma insistente el reloj. Faltan pocos minutos para una cita fuera de casa y la buena señora se toma el asunto con calma. Mosqueado por la espera y por el presumible retraso, nuestro protagonista insta a su santa a darse prisa, mientras ésta le responde con un “tranquil, Jordi, que estic acabant d’averiguar-me”.
Nos hallamos ante un ejemplo prototípico de la capacidad que tenemos los alcoyanos para poner patas arriba el lenguaje. En nuestra ciudad los funcionarios del Cuerpo Superior de Policía abren diligencias para averiguar quién ha sido el autor de un robo; mientras, las amas de casa “averiguan” un arroz de circunstancias con cuatro trozos de carne y un puñado de alcachofas que les quedaban en la nevera.
Si Xavi Castillo elevó a categoría de arte el significado del concepto inquisitivo de la palabra averiguar con su espectáculo “Veriueu-ho”; los alcoyanos de más edad siguen dándole un uso absolutamente atípico al verbo y generando la confusión de aquellas personas que desconocen las peculiaridades de nuestro extraño slang. En Alcoy la gente coge la escoba y la bayeta para averiguar la casa, las señoras de postín se averiguan el cabello antes de ir a misa de doce y hasta los chonis del tuning le pegan una averiguaeta a sus yundais con aspiradora y abrillantador antes de irse de traca a cualquier discoteca de la costa.
En esta extraña comunidad perdida entre montañas, una mujer “mal averiguà” o un hombre “mal averiguat” son sinónimos de pobreza rampante, de dejadez en el vestir y hasta de falta de higiene personal. Antes de salir a la calle, los alcoyanos estamos obligados a averiguarnos correctamente, a aplicarnos un minucioso proceso de acicalamiento, que nada tiene que ver con aquellas preguntas clásicas que decían ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy?.