Estar “cagat de la moscarda” es una de las peores cosas que le pueden suceder a un alcoyano en este perro mundo. Esta composición gramatical tiene claros orígenes agrícolas y sirve para describir a aquellas personas, colectivos cívicos, asuntos públicos o proyectos cuyos objetivos se complican o fracasan tras chocar reiteradamente con la mala suerte o con la incompetencia humana.
Volviendo a las raíces agropecuarias, cuando la moscarda (insecto cabrón y dañino donde los haya) caga o pone sus huevos en algún árbol frutal, la cosecha queda arruinada para los restos, al presentar los frutos un aspecto deteriorado y de escasa calidad, que los hace invendibles en el mercado. La versión metafórica de este nefasto animal afecta de la misma forma a personas especialmente gafadas; gentes que por muchas iniciativas que pongan en marcha y que por mucha buena voluntad que le echen a cualquier asunto siempre acaban generando unos resultados finales decepcionantes que son motivo de la burla general. Pablo Casado y su delirante experiencia en la dirección del PP nacional representan un perfecto ejemplo de cómo afectan las cagadas de moscarda a la política.
Hay que subrayar que este terrible insecto no se conforma con infectar a personas y a seres vivos. La moscarda es capaz de extender sus letales miasmas a proyectos urbanísticos y infraestructuras variadas. Alcoy tiene una lista interminable de lugares “cagats de la moscarda”: la plaza de la Rosaleda, la línea Alcoy-Xàtiva, el casco histórico y el conjunto fabril del Molinar son espacios que presentan los peores síntomas de esta incurable plaga y que están pidiendo a gritos que alguien les eche una buena sulfatà de DDT.