El confinamiento por el coronavirus y la recuperación de los balcones como espacio principal de la casa han permitido la resurrección de un sistema de comunicación estrictamente alcoyano: les embaixaes. Las conversaciones a grito pelado entre balcón y balcón o entre un balcón y la calle están viviendo un inesperado siglo de oro, tras una larga etapa de crisis a causa de los porteros automáticos, los móviles y la modernidad.
Estamos ante una de las innumerables palabras del vocabulario alcoyano que hunden sus raíces semánticas en el universo de la Fiesta de Moros y Cristianos. Les embaixaes de calle se inspiran en el acto teatral que cada 24 de abril se celebra en sesión doble en la plaza de España. El embajador moro le habla con voz tronante al cristiano cuando está en el castillo y viceversa por la tarde. A partir de ahí, cualquier conversación que se haga a un alto volumen entre en un balcón y la calle o entre un balcón y otro balcón se conoce con el nombre embaixà. Hay que subrayar un dato importante: si la gritería se hace entre dos personas que están a pie de calle, no puede ser considerada embaixà. Estaríamos ante una bronca clásica o ante dos individuos/as que no saben modular el tono de su voz.
Hay que subrayar que hasta los años 70 del pasado siglo, les embaixaes eran un sistema habitual de comunicación entre los alcoyanos. Las madres llamaban a sus hijos desde el balcón a la hora de comer, las vecinas se saludaban a gritos de un lado al otro de la calle y los padres mandaban a sus hijos a por tabaco con un par de órdenes bien declamadas desde las alturas. Era una práctica habitual de la clase obrera alcoyana, en la que se aprovechaban las cortas distancias existentes entre las casas en el casco histórico. Por alguna misteriosa razón, la gente del Puntet consideraba les embaixaes como una acción degradante propia de la chusma y eludían este sistema de comunicación sustituyéndolo por otros mucho menos efectivos y trabajosos, como bajar a la calle y dar los recados directamente o mandar a la chacha.
Aunque la embaixà es una fórmula que se adapta como un guante al carácter gritón del alcoyano medio, hay que reconocer que los años del desarrollismo le supusieron un duro golpe y la situaron al borde de la desaparición. El traslado masivo de ciudadanos a grandes bloques de viviendas, la aparición del portero automático y del móvil convirtieron esta seña de identidad local en una reliquia del pasado. No es lo mismo hablar a gritos desde un balcón de la calle Sant Nicolauet que intentar comunicarse entre dos edificios de la Avenida de la Hispanidad.
La pandemia del coronavirus, el confinamiento y la resurrección del balcón como espacio vital han permitido una inesperada recuperación de este viejo arte alcoyano. Vuelven las conversaciones a gritos entre balcón y balcón, se hacen grandes tertulias y se mata la soledad y el aburrimiento con estas charlas informales. También ha crecido el número de peatones que hablan con las personas que están matando el rato en los balcones, suelen ser conversaciones sin pies ni cabeza llenas de frases del estilo: me voy a tirar la basura a ver si me distraigo un poco, vamos a ver cuándo acaba esto o la inevitable este año lo de las Fiestas está bien jodido.