Ensabonar (pronúnciese ansabonar) es una de esas palabras inagotables en las que su significado literal se ha visto ampliamente superado por sus usos metafóricos o figurados. La acción de darle jabón a una persona, a un animal o a una cosa ha superado las barreras de las estrictas tareas de limpieza para abrirse a un mundo inacabable de posibilidades, que van desde hacerle la pelota a alguien a utilizar el soborno como método de enriquecimiento.
Cualquier observador foráneo comprobará rápidamente que los alcoyanos hacemos un uso masivo del verbo ensabonar. Si el visitante asiste a una inauguración en la que el presentador pronuncia un discurso lleno de admiración y de arrobo hacia la figura del alcalde, que casualmente se halla colocado a su lado, inmediatamente escuchará a algún miembro del público que dirá en voz baja pero audible: “quina ansabonà li ha pegat este llepó a l´alcalde¡”. Estaríamos ante un clásico ejemplo del uso del verbo ensabonar como sinónimo de alabanza desmesurada e interesada, que se ofrece a cambio de algún tipo de compensación. En el mundo del periodismo se ensabona en cantidad y en calidad a los dirigentes políticos según la ideología de cada medio y son especialmente representativas de este género las entrevistas que se hacen al alcalde del pueblo o al presidente de la Diputación en los números especiales financiados por las instituciones.
Además usarse como un instrumento para cantar las virtudes de nuestros amados líderes, el arte de ensabonar puede interpretarse como un sinónimo de soborno. Si los jueces fueran todos alcoyanos, de los incomprensibles textos de las sentencias desaparecerían palabras como cohecho, prevaricación, conspiración para alterar el precio de las cosas o connivencia delictiva. Todas estas palabrejas serían sustituidas por el concepto ensabonar y los ciudadanos de a pie comprenderían perfectamente la situación. En este caso, más que la limpieza, lo que si se destaca es la capacidad del jabón para provocar el fácil deslizamiento de los materiales: el dinero de un constructor ensabona la mano de un concejal de Urbanismo, que facilita rápidamente una millonaria recalificación, que los convierte a los dos en personas ricas y felices.