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Diccionari de butxaca
Fandango
Además de ser un baile popular, la palabra sirve a los alcoyanos para describir situaciones confusas o líos incomprensibles
Fernando Lázaro El Carreter - 27/11/2019
Fandango
A los alcoyanos no les gusta meterse en fandangos

Además de ser un baile popular en la partida de Barxell, en el resto de España y en buena parte de Latinoamérica, el fandango es una palabra multiusos, que les sirve a los alcoyanos para describir situaciones confusas, líos incomprensibles o problemas irresolubles. La expresión “quin fandango¡” se utiliza para marcar una línea divisoria a partir de la cual las cosas se complican y no se sabe muy bien cómo acabarán.

Desde la perspectiva alcoyana, los grandes casos de corrupción –Gurtel, EREs, Púnica- son enormes fandangos en los que los dineros públicos corrían de mano en mano hasta acabar en los bolsillos de algunos tipos listos. Cuando un marido llega a las tres de la madrugada a casa pasado de copas, lo más normal es que su mujer (si es alcoyana) le monte un buen fandango. Si alguien decide asumir el cargo de primer tro en una filà con problemas contables y arruinada tras una capitanía rumbosa, lo normal es que sus amigos le digan que ha hecho mal, que se ha metido en un fandango de grandes proporciones, que puede acabar con sus huesos en la cárcel. Cuando los vecinos de arriba están armando ruido a las dos de la madrugada con una fiesta con la música a todo volumen, lo habitual en esta ciudad es llamar a la Policía Local denunciando que están montando “un fandango que no nos deja dormir y yo mañana me pongo a las seis a trabajar”. Si en la oficina, Mari Puri y Jordiet (ambos casados con sus respectivos cónyuges) se intercambian sonrisillas cómplices y furtivas miradas de arrobo, lo lógico es que sus compañeros de trabajo acaben sumando dos y dos y diciendo aquella frase tan alcoyana de “aquí, hay fandango”. Cualquier jurista de prestigio que analice detalladamente el sistema electoral de la Asociación de San Jorge acabará llegando a la conclusión de que aquello es un fandango considerable.

Estamos pues, ante una metáfora bailona cuyos usos son infinitos. Aquí, las personas de orden presumen públicamente de “no meterse en fandangos”, convirtiendo esta habilidad en una virtud cívica, que hace de ellos ciudadanos más respetables.

 

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