Es la versión alcoyana de la palabra solterón, aunque va cargada de un puntillo adicional de mala leche estrictamente local. El machucho o la machucha son hombres y mujeres que han superado la barrera de la edad adulta sin haberse sometido a los dictámenes del santísimo sacramento del matrimonio o de la vida en pareja. Viven solos o en compañía de sus padres y no parecen tener ni el más mínimo interés en buscar su media naranja e incluso se muestran encantados de disfrutar su independencia.
Los machuchos hacen vida propia. Van a bares de machuchos, se juntan con grupos de amigos machuchos, organizan excursiones vacacionales de machuchos y son capaces de disertar durante horas sobre las bondades de la machuchez.
Durante décadas fueron personajes denostados en una sociedad dominada por la moral más reaccionaria que los consideraba unos tipejos improductivos y sospechosos en un mundo en el que la gente estaba obligada por decreto ley a casarse como Dios manda y a construir una familia. En un intento de machacarlos aún más, se acuñó el término machuchango, que a pesar de sus resonancias caribeñas suponía un paso más en la carga despectiva hacia este maltratado colectivo.
No está muy clara la frontera en la que uno deja de ser una persona soltera y se convierte en un machucho. La Real Academia de la Lengua Alcoyana ha creado una comisión dedicada especialmente a analizar el tema. La definición temporal de este grupo humano se ha complicado últimamente, ya que vivimos tiempos de crisis en los que los hijos viven con sus padres hasta bien superada la treintena y lo que antes era un machucho ahora se considera un joven normal y corriente. Aunque no hay nada decidido, todo parece indicar que la Academia optará por establecer ser soltero y mayor de 55 años como condición indispensable para entrar en el selecto club de los machuchos, situando a este grupo humano justo en los límites de la tercera edad.