Antes de que se inventara el Vicks Vaporub, las madres alcoyanas solucionaban los problemas respiratorios de sus hijos resfriados colocándoles un “micapà de farina de llinós” en el pecho. Básicamente, era una cataplasma caliente, pastosa y maloliente que provocaba en los niños ruidosas reacciones de rechazo, que eran contestadas por las madres con frases de manual del tipo “quien bien te quiere te hará llorar” o “tot lo que cou, cura”. En aquellos lejanos tiempos hunde sus raíces el actual uso de la palabra micapà, aplicada de forma despectiva a cualquier persona inconsistente y de escasa fiabilidad.
Un micapà no es canalla redomado ni un tipo especialmente odioso. Un micapà es básicamente un ser humano en el que no se puede confiar y cuyas intervenciones en asuntos familiares o empresariales se suelen saldar con sonoras decepciones o con líos muy difíciles de solucionar. En la escala alcoyana de villanos, el micapà ocupa un lugar intermedio, muy lejos del clásico fill de puta o del más malo que un dolor. Es costumbre de los micapans dejar con el culo al aire a todos aquellos amigos o compañeros de trabajo que les han encargado una gestión complicada o que exija un mínimo esfuerzo físico o intelectual.
Una de las características fundamentales del micapà alcoyano es que el propio afectado ignora su condición micapanesca. Son personas dispuestas y amables, que ofrecen desinteresadamente su apoyo, ya que desconocen que todas sus intervenciones suelen acabar en tremendas catástrofes. El micapà es ese tío que se ofrece a reservar las habitaciones de hotel para las vacaciones y que luego se olvida de hacer la gestión, el que recoge el dinero para pagar la quiniela y se olvida de echarla o el que tiene que pasar a las cinco de la mañana a recogernos en coche para irnos a la sierra y se queda dormido, dejándonos con un palmo de narices en medio del frío mañanero de una calle vacía.
Pese a que sus tropelías provocan indignación y cabreos siderales, estos seres etéreos desconocen el significado de la palabra culpabilidad, mostrando una inusual capacidad para encontrar excusas para sus injustificables fechorías.
Como aquellas asquerosas cataplasmas que socarraban a los niños de hace medio siglo, son personas carentes de cualquier utilidad. La gente les huye y acaban viendo reducido su círculo social a un pequeño grupo de personas (familiares o amigos consentidores) que los han de soportar por pura obligación.
NOTA CIENTÍFICA: Diversos estudios científicos coinciden en señalar que los alcoyanos de más de 60 años de edad presentan unos niveles de pelo en el pecho muy inferiores a la media nacional. Trabajos posteriores han relacionado esta extraña tara capilar con el uso masivo de micapans y todo tipo de cataplasmas, que ha jugado respecto al vello corporal masculino el mismo efecto que jugó el napalm sobre las selvas de Vietnam.