Aunque literalmente se puede traducir como un pastel de tamaño descomunal, en el alcoyano coloquial la palabra pastissot es sinónimo de chanchullo muy elaborado, que deja un gran rastro de víctimas y que bordea peligrosamente la frontera de la legalidad. El pastissot alcoyano por antonomasia es el parking de la Rosaleda; una obra inverosímil e ilegal, que sigue ahí para recordarnos que en esta ciudad hubo gente con grandes habilidades para el pasteleo urbanístico y económico.
En Alcoy el pastissot no es dulce, no lleva merengue ni ningún tipo de crema pastelera. Se trata de un producto altamente tóxico e inaprensible, cuya elaboración exige gran dedicación y un arte especial. Esta ciudad ha contado con empresarios y políticos legendarios, cuya biografía estará para siempre relacionada con grandes pastissots, que conmocionaron a la opinión pública en su día y que todavía dejan huella en nuestro paisaje urbano. En esta lista de pasteleros letales figuran emblemáticos industriales y corajudos constructores capaces de montar gigantescas suspensiones de pagos o espectaculares desfalcos, que dejaron un rastro de centenares de convecinos arruinados y que milagrosamente dejaron intactas sus abundantes riquezas. Grandes especialistas en ingeniería financiera trabajaron en la elaboración de estos pasteles, que socavaron los pilares básicos de la economía local.
La política es otro de los terrenos propicios para el pastissot. Desde la grandiosidad barroca del caso Gürtel a la modestia del proyecto del bulevar de la explanación del ferrocarril, la historia reciente está plagada de ejercicios de pastelería creativa, en los que no faltan nunca ni el reparto de comisiones ni los promotores inmobiliarios forrados de millones.
Antes de cerrar este breve trabajo lingüístico es importante responder a una pregunta: ¿Qué hace falta para montar un buen pastissot?. La respuesta a este interrogante es sencilla: para practicar esta modalidad de la pastelería hay que tener mucha imaginación, muy poca vergüenza y un desprecio absoluto hacia el resto del género humano. El pastissot es un fenómeno altamente democrático, que no conoce ni de credos, ni de razas, ni de condiciones sociales. Estos chanchullos de altos vuelos los puede cometer un presidente de la Generalitat, el concejal de Urbanismo de un pueblo minúsculo y hasta el humilde festero al que un día se le cruzan los cables y decide escaparse al Caribe con el dinero montepío de la filà, dejándose como recuerdo un enorme pastissot de cuentas amañadas y de deudas.