Dice la ley futbolística, que en cualquier descampado o bancal en el que haya un grupo de niños alcoyanos jugando al fútbol existirá siempre la figura del porter regatejador. Estamos ante la gran aportación de Alcoy al balompié moderno; este guardameta/defensa/delantero es un jugador polivalente, capaz de distribuir el juego, de marcar goles espectaculares y de hacer acrobáticas palomitas para detener un disparo del contrario.
Cuenta la leyenda, que esta innovación táctica surgió en un improvisado partido de fútbol en los bancales desolados de la Mistera. Aunque en este polvoriento estadio de Santa Rosa se habían citado doce chavales; al final, sólo acudieron seis. La posibilidad de jugar un partidillo de tres contra tres con dos jugadores parados en unas porterías hechas de piedras y de mochilas escolares amontonadas hizo que muchos de ellos se plantearan la conveniencia de la suspensión y del regreso a sus casas. En este ambiente desolador estaban, hasta que el más listo de la cuadrilla dio con una idea brillante: vamos a crear la figura del porter regatejador, un guardameta con derecho a correr por todo el campo como un jugador más.
Aquella propuesta fue un éxito rotundo, ya que consiguió hacer más espectaculares y competidos aquellos encuentros futbolísticos. Simultáneamente, logró dignificar la figura del portero; un puesto secundario, que en aquellos partidillos infantiles siempre era reservado para el gordo o para el más torpe del grupo.
En aquel fútbol anárquico, la creación del porter regatejador presentaba una única pega. La inexistencia de áreas y de zonas delimitadas del campo (habitualmente un solar pedregoso) hacía que muchos de estos guardametas se extralimitaran en sus funciones, cogiendo la pelota con la mano cuando les salía del arco de triunfo, en cualquier parte del terreno de juego más o menos cercana a la portería. A falta de una VAR y de un árbitro, aquellas discusiones sobre el reglamento se saldaban con broncas, gritos y empujones, que en ocasiones se veían coronadas por un final drástico: a la vista del lío, el dueño del balón decidía cogerlo y marcharse a su casa, dejando al resto con un palmo de narices.
Pese a su originalidad, el puesto de porter regatejador no ha logrado implantarse en el fútbol profesional. Sólo el histórico portero colombiano René Higuita, un hombre que desesperaba a sus entrenadores y a sus compañeros de equipo jugando en cualquier parte del campo menos en la portería, recogió el valioso legado de esta creación futbolística alcoyana. Durante años, sus delirantes incursiones en el área contraria llenaron de orgullo a los niños futboleros de Alcoy.