He aquí dos palabras alcoyanas que han decidido hacer la guerra por su cuenta y que han pasado olímpicamente de las leyes de la gramática, de las distinciones de género y de los principios básicos de la lógica. Estas dos contracciones preceden a un nombre propio y se utilizan como señal de respeto cuando uno habla de una persona de mucha más edad. Por extraño que parezca, las dos fórmulas se pueden usar indistintamente sin distinciones de sexo.
En el principio fueron los vocablos senyor o senyora. Luego llegaron los recortes. Por razones de comodidad, en Alcoy decidimos suprimir la erre final (tampoco es tan grande el ahorro) y correr de sitio el acento, utilizando construcciones clásicas como el senyo Antonio o la senyo Patrocinio. Luego, con el paso del tiempo, surgió una extraña variante que parece responder a una ancestral alergia de los alcoyanos por la letra e. Vimos aparecer entonces al sinyo Juan, el de la bodega, y la sinyo Paca, la del Tossal.
Aunque hay un sector de lingüistas que defiende encarnizadamente que la palabra senyo se utiliza para el masculino y sinyo para el femenino, un trabajo de campo realizado por esta publicación señala que las dos fórmulas se utilizan indistintamente a gusto del consumidor; o lo que es lo mismo, los alcoyanos usamos senyo o sinyo según nos salga del mismísimo bolo.
Estamos pues ante un gran misterio de la gramática, ante una prueba palpable de que los alcoyanos somos capaces de retorcer el lenguaje desde la más absoluta libertad.
NOTA IMPORTANTE: El concepto seño no tiene nada que ver con esta historia. La seño es una contracción de señorita, que se utiliza en castellano para referirse en tono de confianza a las profesoras, ya sean de educación primaria o secundaria. En la Universidad está totalmente vetado este término coloquial y su uso supondría una clara falta de respeto académico.