En estos tiempos en los que está tan de moda hablar de la cocina de fusión, vale la pena destacar esta aportación alcoyana a la gastronomía universal. La sopaberena es la fusión de dos comidas en una sola: la merienda y la cena. Los inventores de este término lingüístico no se calentaron mucho la cabeza y unieron las dos palabras para definir un ágape que se hace a la caída de la tarde, que tiene en los niños sus principales protagonistas y que es utilizado por los adultos sólo en las ocasiones muy especiales. Si los americanos inventaron el brunch, los alcoyanos legaremos a la posteridad la sopaberena.
Hay que señalar, en primer lugar, que la sopaberena ha provocado violentos debates entre los lingüistas, ya que el término ha generado dos bandos irreconciliables: los que creen que es una merienda tardía y los que defienden que estamos ante una cena madrugadora.
Una sopaberena como Dios manda debe cumplir unas estrictas condiciones horarias, abriéndose un abanico de posibilidades que la sitúan obligatoriamente entre las siete y media de la tarde y las nueve y media de la noche. Si se hace antes de siete y media, estaríamos ante una merienda clásica y ante una persona que se va a quedar sin cenar. Si se hace después, es una cena sin más.
El bocadillo es, sin ningún género de dudas, el rey de esta comida informal, que se hace a salto de mata y sin grandes protocolos ceremoniales. Los platos de caliente y los guisados quedan totalmente excluidos de esta modalidad culinaria: un tipo tomando una sopaberena a base de paella de marisco y de ensalada mixta será considerado un personaje extravagante y poco de fiar, salvo que sea un turista inglés y que esté en una localidad de la costa.
Este ritual gastronómico autóctono tiene su particular apoteosis en el calendario anual de todos los alcoyanos. El famosísimo berenaret de Pascua no es otra cosa que una sopaberena cargadita de bombo y acompañada de mona y de habas tiernas.