Metáfora inusualmente cruel y despectiva que usamos los alcoyanos para describir a hombres bajitos pero con una constitución física muy robusta. La comparación no es gratuita: el tapón de una balsa (de riego o de una piscina municipal) es un elemento de gran solidez cuya principal función en esta vida es evitar que se escape el agua por el agujero. Si nos atenemos a estos planteamientos iniciales, el tapó de bassa es un hombre que compensa su cortedad de talla con su poderío muscular y con su férrea voluntad.
La Historia está llena de tapons de bassa que triunfaron en la vida. Ahí está Napoleón, un tipo que apenas superaba el metro y medio y que puso patas arriba a toda Europa con su genio militar. El actor Mickey Rooney fue una figura señera del Hollywood clásico a pesar de su escasísimo metraje e incluso estuvo casado con Ava Gardner. La política actual tiene una importante provisión de este tipo de personajes: ahí está Nicolas Sarkozy, que presidió la República Francesa y que enamoró a la mismísima Carla Bruni. José María Aznar tampoco es precisamente un pivot de la NBA y sus diatribas neocon siguen aterrorizando a millones de españoles, como se las pronunciará un ogro de dos metros de altura.
Conviene no confundir el tapó de bassa con el matasietes o con el milhombres. Los tres son individuos de corta altura, pero en los dos últimos casos vienen dotado de fábrica con un mal carácter y con una agresividad insoportable. El tapó de bassa es un ser esencialmente bueno.