Claro que el cáncer cambio mi vida, los cuidadores somos los que sufrimos esta enfermedad en silencio. A mí se me paro el tiempo, lo deje todo para estar al 100% con mi compañero de viaje. La enfermedad viene sin manual de instrucciones, y tienes que apañártelas para poder realizar las funciones de acompañar, escuchar, rehacer la vida junto a la enfermedad y afrontarla con la máxima valentía posible. En ningún momento quiero ofender a nadie, solo contar mi experiencia.
Cuando te dan el diagnóstico, tienes que tragarlo sin masticar para poder ayudar y afrontar. La parte más dura para mí fue contárselo a mi hijo, como le cuentas que su padre, su héroe vuelve a tener cáncer y este no tiene cura. Teníamos muy claro que queríamos ser totalmente transparentes con él, y contarle todo sin ocultar nada. Desde el minuto cero no hubo secretos entre nosotros. Esto hizo que fuéramos una piña indestructible y afianzase aún más nuestra familia. Vives situaciones surrealistas, yo tenía que grabarme las consultas porque no entendía nada de lo que nos decían, luego por las noches las oía y era consciente de lo que ocurría. Tienes pánico a las curas y te ves curando tu sola las heridas, taponando hemorragias, y pinchando morfina.
A su vez esto también me ha enseñado mucho y a crecer como persona. No es fácil nuestro papel, ya que a veces no tenemos un hombro donde llorar. En mi caso EL lo fue todo, soy quien soy ahora gracias a él. Nosotros cambiamos la tristeza por la alegría, y las lágrimas por conversaciones. Me volví a enamorar, ese fue mi gran regalo. El trabajo, el estrés, la sociedad no nos deja conocer el fondo de las personas.
Esta experiencia me ha educado a saber escuchar al paciente. Tú como cuidador pasas a segundo plano, ya tendrás tiempo de caer y llorar. Mientras tanto tienes que exprimir el tiempo al máximo, nunca sabes cuándo será el último minuto.
Tuvimos conversaciones que jamás pude imaginar que tendríamos, él solo me decía rubita apunta. El preparo su entierro hasta el último detalle, en su momento me sentía morir, pero llegado el momento me hizo el trabajo duro. Lo tenía todo pensado, calculado y preparado, mi misión era leer sus notas y actuar. La verdad que fue una despedida maravillosa, tuvo tiempo de despedirse de todos y bailar nuestro último baile. No nos quedó nada por decirnos.
En este camino me he encontrado ángeles que llevo conmigo en mi corazón (Equipo sanitario de Madrid, Solc, Abel y María José de UHD, enfermeras, médicos, limpiadoras,…) y seguro que muchos más que me dejo.
Resumiendo, este relato, que disfrutemos cada día de lo que tenemos, que vivamos cada día como si fuese el ultimo, que hablemos las cosas sin tapujos, que digamos lo que sentimos sin sentir vergüenza a decir un te quiero, que no ocultemos a nuestros hijos la verdad. Y sobre todo que escuchemos al enfermo cuando él quiere hablar aunque duela. Esa es mi paz, que lo hice todo hasta su último suspiro.
Esto te lo dedico a tí, al amor de mi vida, al mejor padre que podría haber elegido para nuestro hijo. Gracias por haberme elegido como compañera de viaje y acompañarte hasta el final. Y como dice tu canción preferida “La gente buena no se entierra, se siembra”.