Hola ¿me recuerdas?, en su momento quise e intente que vinieras conmigo, pero te negaste, luchaste y solo me pude llevar tus pechos. Sí, soy el cáncer del pasado.
Ahora vengo a por Don Jorge, tu marido. Estoy más cambiado, embrutecido, rabioso. Soy el cáncer del presente. Vuestra lucha, esta vez no me vencerá, tu compañero, es un buen profesor, mejor alumno, pero eso hoy no va a ser suficiente. Ya te lo he dicho soy el presente.
Mi rabia es incontenible, y a ese hijo que hoy llevas en tus brazos, al que no puedes amamantar porque aunque no te vencí, te gane una batalla, haré en unos años que su sangre se convierta en agua y lo haré lentamente, silenciosamente, porque también soy el cáncer del futuro y pronto te lo quitaré y vendrá conmigo, yo soy tu miedo, yo soy el miedo.
Una mano cariñosa, me despierta de ese malvado, doloroso y repetido sueño. Es Mercedes, yo la llamo Meme, y no sé porque. Es mi nuera. Trae el chocolate y los dulces, me arropa con la manta del cubre sofá y besa en la frente a Jorge, su marido, mi hijo.
Jorge, sentado en su silla de ruedas, con nosotras, siempre sonriente, con su cara y piel lechosa, hoy no se ha ido tampoco y como todas las tardes desde hace cincuenta años me dice “Mamá, la petanca puede esperar”.
Los tres, estamos ilusionados, Jordiet está al llegar, viene con su pareja, esa chica alta, muy alta, con su largo pelo rubio, muy rubio. La conoció en un sitio cuyo nombre para mí es muy difícil de pronunciar y menos de saber dónde está, «Kaluvonkov” o algo así. Yo cuando vienen a verme, la llamo Erika y por lo que sé, se enamoraron en uno de los viajes continuos que hace mi nieto. ¿ no lo había dicho antes? Jordiet, es mi nieto. ¡!Ay!! el cabet.
Jordiet, investiga algo importante, es médico y siempre anda por el mundo dando charlas. Mi Jorge , al recordar a su padre Don Jorge, siempre me dice, ahora madre sí que lo estamos acorralando, ya verás, no va a ganar, Jordiet está en ello.
Al entrar en el comedor los dos jóvenes, sus sonrisas, sus ojos brillantes hablaron y lo supe, ya no volvería a tener pesadillas. La “Erika” me dio un beso, “señoga” y el Jordiet cogiendo mis envejecidas manos, se acercó y me dijo:
“Vas a ser bisabuela”