El secreto está en la masa, ya lo decía el sollastre de la pasta.
El estado de ánimo es indiferente cuando regresas al cubo, la realidad pone en duda tu existencia. Recuperas viejos hábitos y te paseas saludando a monjes desnudos. Si estás perfectamente sociabilizado rescatas con gran destreza los quehaceres de un jueves por la tarde cualquiera.
Si no lo estás, andas de aquí para dar vueltas. Eres pez fuera de pecera, rebotando contra el suelo, ahogándose, poniendo cara de enfermo y esperando a que alguien vuelva a meterle dentro.
Las vacaciones son necesarias para darte cuenta del espejismo. Para cada espectador una película diferente pero con el mismo argumento. Desconectar, dependiendo un pelín eso sí de tu estado monetario, de las actividades rutinarias buscando momentos intensos que captar con la cámara- registra- recuerdos, sensaciones de descanso que recarguen las energías invertidas durante todo el año sin ton ni son, a groso modo se diría que siempre es bueno desconectar.
De tanto conectar y desconectar se van fundiendo las luces. Las blasfemias del lugar se ocultan en escaparates. Vuelta al COLEctivo, hecha la frase, hecha la libre interpretación. Poco a poco se recuperan los olores familiares, las costumbres aparecen a las ocho en el reloj como si nada. En algunos balcones aún se ven las caretas colgadas junto a montones de toallas. Cada año se dice que se vuelve con más fuerza, lo importante es no hacerlo de golpe porque puede menguar la fortaleza y se nos vería el plumero.