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Cultura
Humor y cáncer
2on premi categoria senior IV edició relats SOLC
Enrique Moltó Mantero - 07/08/2022
Humor y cáncer

Me he decidido a escribir este relato el último día y hora, probablemente debido a mi problema de salud.

No pretendo caer en aquello que odio, que es esa manía de relativizar el cáncer diciendo que es mejor tomárselo con humor y buena actitud, para curarse mejor, porque eso no es cierto. Simplemente pretendo contar mi experiencia con el cáncer, tanto durante la enfermedad como en mi posterior actividad como contador de experiencias en institutos.

Lo primero que desata una hilaridad, que tampoco acabo de entender, es el hecho de que mi tumor fuera testicular y que ello supusiera que me tuvieran que quitar un huevo, digo, un testículo. Todo lo que tiene que ver con el sexo siempre sufre estas gracias. Ante esta circunstancia podemos empezar por el momento del diagnóstico en el que no menos de cuatro urólogos me tocaron los huevos, digo, los testículos. También tremenda la sentencia del urólogo jefe:

—Hay que extirpar el testículo izquierdo que para eso hay dos. Ya en plena operación recuerdo el comentario jocoso, típico del humor negro de los médicos, cuando decía mientras estaba a punto de dormirme:

—¿El que cortamos es el derecho no?, —cuando sabía de sobra que era el otro. Luego queda la tarea de explicar que eso no afecta en nada a tu capacidad sexual y, sinceramente, no afecta en tu estética tanto como la extirpación de la mama de una mujer. Cuando se me ofrecía la posibilidad de reconstruir el testículo se me decía que podía ser importante, sobre todo si me iba a dedicar al porno… Que no era el caso. Una vez operado, explicando siempre que nadie me había cortado el testículo con unas tijeras, sino extirpado como una hernia, me incliné por hacer humor negro diciendo que cuando jugaba al fútbol y me ponía de barrera en una falta, solo me tenía que ayudar de una mano para proteger mis partes. Cuando gastaba esas bromas notaba que algunos de los que me oían se escandalizaban, tal vez porque no entendían que era una de mis válvulas de escape. La broma de mi monorquidia la gasto con cierta frecuencia, pero reconozco que soy yo el que debe gastarla delante de los demás y no veo muy bien cuando se habla a la ligera de ello.

Ya en mis numerosas estancias en el hospital de día de Alcoi, lo principal era lo que desprendía el personal que me atendía y mi relación íntima con algunos colegas de sala, aunque solo los viera uno o dos días. Era cómico oírnos hablar a algunos de las comidas que nos gustaban, aunque, curiosamente, ninguno teníamos nada de hambre. Recuerdo también una pregunta de mi gran enfermera Belén, que me preguntó antes de entrar a la quimio del día si ya venía “puntxaet” (con la vía puesta) pero yo entendí “dutxaet” y respondí que sí, que me había duchado esa mañana. A todos los presentes nos dio por reír, a pesar de lo duro de nuestras circunstancias. Recuerdo las historias de Mari Jose, auxiliar del oncólogo, que merecerían un relato único, y que nos hacían reír a enfermos y cuidadores. De igual modo, recuerdo que mi mujer y yo nos aficionamos a una serie de la televisión vasca que se emitía en una cadena ya desaparecida. Ni siquiera recuerdo el título de esa serie, pero la veíamos por la tarde en la tele del hospital cuando estaba ingresado por bajada de defensas o porque la quimio se alargaba, después de la siesta. Era nuestro rato íntimo de desconexión y risa, y nos molestaban las visitas que lo podían interrumpir, aunque nuca lo dijimos. Un hecho relacionado con el humor y la comida era el caso curioso de que, una de las formas de romper el ayuno que me provocaba la quimio, era comerme así, a palo seco, un blanc i negre; un bocadillo de morcilla y longaniza.

De mis charlas en los institutos con Solc tengo muchas anécdotas graciosas, pero que también denotan la necesidad de estas charlas. Mi compañera en estos casos siempre fue Carina. Tremendo fue lo del tercer curso de ESO de Salesianos San Vicente Ferrer. Una alumna de 15 años preguntó si con el cáncer de mama literalmente se te caía la teta o si comer papel de plata daba cáncer. Siguió triunfando cuando preguntó si hacer una felación prevenía el cáncer y creo que alguna cosa más. Todo lo misma alumna. Recuerdo los esfuerzos de Carina por mantener la compostura ante tanta curiosa pregunta y yo, que no solía intervenir con mis testimonios hasta que ella acababa, no pude evitar hacerlo para preguntarle si lo del sexo oral se lo había contado algún chico con malas intenciones. Todo parecía proceder de una mala interpretación de la historia de un cáncer bucal de Michael Douglas provocado por haber practicado sexo oral con una mujer con cáncer de útero. Recuerdo un alumno de La Salle que se mantenía firme en la idea de que aunque algunos cánceres acababan curándose, al final te acababas muriendo. Yo, como superviviente de un cáncer y de una metástasis no pude evitar contestarle que sí, que al final, con cáncer o sin él, todos nos acabaremos muriendo.

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