El Instituto Tecnológico de Potríes ha aclarado definitivamente el misterio del pitido del Ensanche. Según esta prestigiosa institución, el persistente zumbido se debe a un escape de aire, que revela que Alcoy se está desinflando poco a poco, como una pelota de playa pinchada. En el dictamen elaborado por este grupo de científicos se señala que si no se actúa con rapidez, tapando la fuga, la industriosa ciudad del Serpis quedaría reducida al tamaño de Benillup en el plazo de unos cinco años.
La noticia ha provocado la alarma general entre la población alcoyana y ha generado un fortísimo debate político. El primero en reaccionar ha sido el alcalde, que en declaraciones a “Más falso que un Judas” ha dicho que “nosotros ya veníamos notando que la ciudad perdía fuelle en los últimos años y por muchas investigaciones que hiciéramos, no lográbamos dar con la causa”. El primer edil ha anunciado actuaciones inmediatas; en primer lugar, la Concejalía de Parches y Jardines pondrá en las próximas semanas un gran tapón de silicona en la zona en la que se ha producido la rotura, ubicada en las inmediaciones de la plaza de la Font de l’Horta. A medio plazo, la corporación municipal espera la llegada de los fondos europeos para adquirir un bombín gigante, que permitirá recuperar el volumen de aire perdido a lo largo de los últimos años.
Los partidos de la oposición han arremetido duramente contra el gobierno municipal socialista, señalando que “Alcoy es una ciudad muy antigua, que ha tenido mucho uso, y necesita algún tipo de mantenimiento; el agujero del Ensanche es una prueba más de la incuria de los que nos gobiernan”. Por otra parte, colectivos ecologistas han cuestionado la utilización de un bombín gigante, señalando que “es un instrumento poco sostenible y si se usa de forma inadecuada, Alcoy acabará muy hinchado y con riesgo de reventar”.
Según señalaba el Instituto Tecnológico de Potríes, sólo se ha producido un caso de ciudad desinflada en el mundo. Se trata de la localidad mexicana de Santa Clarita de Nopales, situada en el estado de Sinaloa. Este municipio, que allá por los años 70 del pasado siglo tenía 90.000 habitantes y una próspera industria de fabricación de ponchos y de sombreros de mariachi, se fue deshinchando progresivamente hasta convertirse en un villorrio miserable con menos de 100 vecinos, que viven exclusivamente del tráfico de marihuana al menudeo. El escape se localizó en las cercanías del campo fútbol titular de los Tigers de Santa Clarita, pero los fondos para repararlo nunca llegaron a causa de la endémica corrupción del país azteca, circunstancia que hizo que todos los vecinos tuvieran que irse a vivir a Estados Unidos por falta de espacio.