El pasado lunes, mientras los miembros de la brigada de peatonalización del Ayuntamiento, comenzaban la instalación de señales, barreras y pirulos de colores destinados a impedir el tráfico rodado en el centro de la ciudad notaron que un extraño y escalofriante silencio lo inundaba todo. Este hecho, además de ponerles los pelos de punta, provocó que los funcionarios salieran por piernas del casco histórico.
Tras dar el correspondiente aviso a la policía, ésta se personó poco después, constatando que la causa del escalofriante silencio era que en el casco histórico no quedaba ni Dios. Ni muchos ni pocos. Nadie. Los agentes del orden inmediatamente postularon varias teorías sobre la desaparición como que si el causante había sido una especie de vórtice como en el triángulo de las Bermudas que absorbía al personal, que si los habitantes se hacían pasar por invisibles para dejar en mal lugar al Ayuntamiento, que si se había procedido una especie de arrebatamiento apocalíptico, etc.
Finalmente el análisis de técnicos especialistas concluyó que no, que no se había dado ninguna de estas circunstancias y que el hecho de que no hubiera nadie en el centro de Alcoy era a causa del fenómeno conocido como despoblación que es como habitualmente se denomina a la pérdida masiva de habitantes de un lugar por motivo de muerte, envejecimiento o desplazamiento a otros lugares por falta de recursos.
Al cierre de esta edición el Ayuntamiento continuaba reunido de urgencia para decidir si pone en marcha alguna política seria para conseguir el repoblamiento del casco histórico de la ciudad o si por el contrario pasa directamente a denominarlo la Zona, como la zona de exclusión de Chernóbil, y al igual que sucede en la ciudad ucraniana, organiza visitas guiadas a este lugar abandonado donde parece haberse detenido el tiempo para siempre.