La concejala Lucía Granados se ha convertido en la protagonista del último capítulo de la guerra interna del PP alcoyano, al abandonar abruptamente el partido y anunciar su pase al grupo mixto. En declaraciones a Radio Alcoy, la edil ha soltado una frase que ya se ha convertido en un clásico del transfuguismo español: “Sigo porque quiero seguir trabajando por Alcoy”. Hay que sacarse el sombrero ante el afán de servicio de este tipo de personajes políticos; gente “ejemplar”, siempre dispuesta a sacrificarse por la ciudadanía y a mantener su poltrona contra viento y marea.
En declaraciones a esta misma emisora de radio, Lucía Granados añade que “me marcho por motivos personales, no he tenido ningún conflicto con ningún compañero del grupo ni de la ejecutiva”. Ante esta rotunda afirmación, resulta inevitable preguntarse qué habría pasado si hubiera tenido algún conflicto real con sus colegas de partido. Con amigas como ésta, el PP de Alcoy no necesita enemigas.
Tampoco le ha ido al zaga en cuestión de declaraciones estridentes el secretario general del PP, Nacho Palmer, que ha afirmado que: “La implicación de Granados en la labor diaria del grupo municipal y del propio PP ha sido nula. Durante la presente legislatura, su actividad en el Ayuntamiento se ha limitado a acudir 3 días al mes para asistir al pleno y a las comisiones informativas”. La propia dirección popular se pone en evidencia, al admitir que ha mantenido en su cargo a una concejala que no pegaba ni chapa y que con su falta de dedicación al cargo se había hecho acreedora a un despido más que procedente.
¿Es la única que sigue esta tónica de ir a las comisiones y plenos para pasar por caja?