Matilde Ivorra y su esposo Cándido Lucas se instalaron entre 1922 y 1923 en la Ermita de San Cristóbal y San Vicente Mártir. Tenían dos hijos en ese momento, y un precario estado económico, y creyeron que con ese trabajo mejoraría su situación.
Con dos reales diarios podían sobrevivir, gracias también a la ‘horteta’ que cuidaba Cándido y a la generosidad de los ‘maseros’ de las masías cercanas de Mariola, Barxell, Polop y los bajos de la Font Roja. Su trabajo era mantener la ermita limpia, y cuidar de que no faltase la ‘llàntia’ del santo. La ermita se vestía de gala cada 22 de enero para la fiesta de San Vicente Mártir, día en que se concedía media jornada de fiesta al personal de las fábricas y talleres para celebrar una popular ‘rostida’. El domingo inmediatamente después de la fiesta, había ‘pinyata’ y Misa Mayor. Todos los 10 de julio, festividad del San Cristóbal, también había celebración. Toda una tradición alcoyana que acabó desafortunadamente en 1936.
En 1928 la Corporación Municipal de Alcoy encarga a los ermitaños encender unas hogueras en lo ‘Alto de la Cruz’, que simbolizaran la acampada de Sus Majestades los Reyes Magos. Durante tres intensos días se dedicaban a recoger romero seco y leña para poder preparar las citadas hogueras. Así pues el 4 de enero de 1929, víspera de la Cabalgata más antigua del mundo, 25 hogueras ardieron en lo alto del Monte San Cristóbal, iniciándose así una tradición que perdura hasta nuestros días.
Matilde y Lucas tuvieron once hijos, dos de los cuales nacieron en la ermita. Una de sus hijas cogió los hábitos para ser Agustina Descalza en el Convento del Santo Sepulcro. Una historia poco conocida, pero no por ello digna de ser conocida, porque notable fue su sacrificada labor.
Bibliografía
Periódico Ciudad de Alcoy (1960 Ernesto Valor, 1991 Juan J. Gisbert).
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