Nevadas, derrumbes, cambios políticos, guerras civiles, crisis económicas y todo tipo de convulsiones sociales. El Belén de Tirisiti atraviesa el tiempo y guarda toda su fuerza original a pesar de haber cumplido más de un siglo de vida. Sorprende la capacidad de adaptación de este retablo alcoyano, asombra su poder para regenerarse y para superar los peores obstáculos. Paco Grau ha hecho con sus fotografías un recorrido gráfico por la historia de esta joya de nuestro patrimonio: desde los últimos restos de los muñecos originales a las últimas representaciones.
No están claras las fechas en las que se iniciaron las representaciones del Tirisiti, aunque sí hay coincidencia en señalar que es el heredero de una tradición de teatrillos de marionetas, que a finales del siglo XIX llegó a reunir en Alcoy hasta tres espacios escénicos diferentes a los que los alcoyanos acudían masivamente cumpliendo un verdadero ritual navideño. Las bases del género ya aparecían en aquellos belenes: representación sacra de la Navidad, referencias humorísticas a temas de actualidad y un profundo localismo en el que no faltaba la presencia de las Fiestas de Moros y Cristianos.
Tras la progresiva retirada de los belenistas más veteranos, la tradición queda en manos de José Esteve Carbonell y de su familia, que recoge figuras y decorados de los belenes cerrados y durante unos años ofrece representaciones en dos locales diferentes. La fusión definitiva en único barracón llega en los años 20 del pasado siglo. La instalación se ubica en la Plaça de El Fossar y como anécdota, hay que señalar que las funciones se mantienen durante la Navidad de 1926, a pesar de que sobre la ciudad ha caído una intensísima nevada, que bloquea prácticamente todos los servicios.
Durante la Guerra Civil, el Tirisiti se adapta a los nuevos tiempos e incorpora la bandera republicana y el Himno de Riego a sus representaciones. En los años cuarenta, el belén vive momentos de esplendor, las representaciones se realizan en el antiguo edificio de Telefónica y en el desaparecido Cine Avenida, recibiendo una afluencia multitudinaria de espectadores.
En el año 1953 se inicia una de las etapas más complicadas de ese retablo navideño. Los sucesores de José Esteve Carbonell se hacen mayores y ante la imposibilidad de asumir las funciones, deciden vender el belén. Acaba comprándolo el periodista Rafael Coloma, que encarga la restauración de las figuras. Es un periodo difícil en el que se producen varios cambios de propietario, llegándose a suspender las representaciones entre los años 1961 y 1967.
En 1968 José Peidro “Foia”, con la ayuda de su padre y de sus hermanos, acepta hacerse cargo del belén. Desaparecido el antiguo barracón, se reanudan las representaciones en la calle Casablanca, en el local que ocupaba la antigua escuela de Ribera. Tras un paréntesis de dos años sin representaciones (1971 y 1972) el Tirisiti pasa a manos de la Asociación de Amigos y de Damas de los Reyes Magos, una entidad que se encargaba también de la organización de la Cabalgata. De la mano de Foia, las funciones se reanudan en los locales del Centro de Deportes, ubicados junto a la Plaça de Dins. Esta sociedad privada le encarga al pintor Alejandro Soler una reconstrucción completa de las figuras y de la escenografía.
En 1975 esta tradición alcoyana vive otro de sus momentos difíciles. En el mes de agosto, el derrumba el edificio en el que se hacen las representaciones y en el que se almacenan las figuras y los decorados, que quedan totalmente destruidos. Alejandro Soler asume la reconstrucción del conjunto y en la Navidad de ese año los alcoyanos asisten asombrados a las funciones del belén, que se instala en la Casa de Cultura de la calle Casablanca, pasando posteriormente a los locales sindicales de la Alameda.
José Peidro decide retirarse a principios de la década de los ochenta y la gestión del Tirisiti pasa a manos de Alberto Díaz de la Quintana, que mantenía una compañía estable de teatro de títeres en Alcoy. A lo largo de esta etapa, el retablo vive numerosos cambios de ubicación, instalándose en el paseo de Cervantes, en el colegio de las Paúlas y en los bajos de un centro comercial. Se celebra el primer centenario y el Tirisiti viaja a diferentes puntos de España.
En 1989 el Belén de Tirisiti inicia una nueva etapa, que estará marcada por la dignificación de esta tradición navideña. El Ayuntamiento asume la propiedad y encarga las representaciones a la compañía teatral alcoyana La Dependent. El pintor Alejandro Soler realiza una profunda reconstrucción de todo el conjunto y el arquitecto Manuel Vidal diseña un barracón de madera, que intenta reproducir la atmósfera íntima de este viejo teatrillo. Esta estructura desmontable se ubica inicialmente en la Plaça de Dins y después, pasa a la Glorieta. Con la llegada del nuevo siglo, se decide finalmente situar el belén en el Teatro Principal, que es donde permanece actualmente.
De este proceso surge una fórmula que se ha consolidado con el paso del tiempo. El rigor estético y el respeto a los textos tradicionales son los elementos centrales de una etapa en la que el Tirisiti ha alcanzado su máxima cota de prestigio con la declaración de Bien de Interés Cultural. Simultáneamente, la organización de un programa de visitas escolares a lo largo de todo el mes de diciembre ha supuesto una importante promoción fuera de las fronteras de Alcoy. Este centenario teatrillo de títeres ha acabado por convertirse en un motivo de atracción turística, que cada Navidad trae a nuestra ciudad a miles de personas deseosas de encontrarse con esta pieza única de nuestro patrimonio cultural.
El Tirisiti vive actualmente un periodo de esplendor y de reconocimiento social y cultural. Los alcoyanos siguen cumpliendo con la tradición de asistir a las funciones, mientras la proyección de esta joya teatral sobrepasa las fronteras de la Comunitat Valenciana. Para llegar a este punto, ha sido necesario superar obstáculos que parecían insalvables. El apoyo masivo de los alcoyanos y a la aportación de todas aquellas personas que de una forma u otra han colaborado en las funciones han hecho posible el milagro. El ventero de la barretina se ha paseado por tres siglos diferentes y sigue más vivo que nunca.