Al principio era un débil rumor; una sucesión de comentarios aislados, que fue calando poco a poco. Con el paso del tiempo, la frase se ha convertido en un sonoro clamor al que nos hemos apuntado casi todos: Alcoy está sucio, la limpieza viaria de sus calles deja mucho que desear y en determinados puntos del casco urbano la situación alcanza niveles de bochorno. A partir de ahí, se dispararon las teorías y cada uno apunta su particular versión de esta evidencia.
Paco Grau se da una vuelta por la cara más sucia de la ciudad. Su cámara nos ofrece fotografías de un paisaje maloliente y antiestético que no aparece en ninguna guía turística, Es un viaje por la dejadez y el abandono; un espejo ingrato que nos devuelve la imagen de un Alcoy en el que se acumulan las bolsas de basuras y en el que los trastos viejos hacen guardia durante días al lado de un contenedor olvidado.
En este universo de desperdicios y malos olores hay una estrella principal: los puntos en lo que están montado los contenedores de basuras. Alrededor de estos elementos del mobiliario urbano se arremolinan todos los problemas de la limpieza viaria alcoyana. Todas las carencias del sistema de recogida selectiva se manifiestan en torno a estos apestosos recipientes de plástico. Nacidos con la intención de convertirse en la punta de lanza de un sistema más ecológico y más limpio de gestionar los residuos, han acabado por convertirse en la expresión de todas las pestes y en el muestrario de todo tipo de dejaciones institucionales y de insolidaridades ciudadanas. Vivir al lado de uno de estos conjuntos es una durísima penitencia, que se hace especialmente insoportable en los meses de verano.
Otro de los puntos negros de este mapa hay que situarlo en los innumerables solares vacíos que llenan nuestro casco histórico. Estos espacios muertos del urbanismo local se han transformado en una mugrienta tierra de nadie a la que los trabajos de limpieza sólo llegan en Fiestas o en elecciones. El resto del año, estos terrenos baldíos se convierten en el destino de todo tipo de desperdicios, en el lugar ideal para abandonar aquel trasto que nadie sabe dónde poner.
Dicen los expertos que la suciedad de las calles de Alcoy es un peaje inevitable que hay que pagar en estos tiempos de crisis. Aseguran que los actuales ayuntamientos, arruinados por los recortes en las ayudas externas, carecen de medios económicos suficientes para pagar las tareas de limpieza en las condiciones adecuadas. Esta teoría suena a excusa de mal pagador y detrás de ella sólo se puede esconder la falta de voluntad política o la incapacidad para buscar soluciones a un problema que es tan viejo como el mundo.