Las playas son un ecosistema veraniego con su propia fauna. Entre la arena y el mar, cada mes de agosto se reúne un grupo humano con todo tipo de personajes: tipos entrañables, figuras horripilantes, individuos peligrosos y especies misteriosas inexplicables. Ahí va una pequeña guía para moverse por este mundo con conocimiento de causa.
1-La madrileña enterá
Es un ejemplar imprescindible en las playas de La Safor, San Juan y Benidorm. La madrileña enterá lo sabe todo y aprovecha sus horas de playa para contarle al mundo en voz alta sus habilidades. Antes de bajar a bañarse, ya ha preparado el sofrito de los macarrones y ya tiene en remojo la lechuga para la ensalada. Esta mujer se ha convertido en un faro de la elegancia playera y viste espectaculares conjuntos de chanclas, pareo y gafas de sol a juego obtenidos con los regalos del Dunia y del Teleindiscreta. Lleva a los niños y al marido hechos un pincel y se mueve como una reina por el paseo marítimo cuando cae la tarde y hay que lucir el bronceado. Se conoce todas las ofertas del Carrefour y si hiciera falta defendería ante la mismísima Organización Mundial de la Salud que lo mejor para las picaduras de medusa es un poco de “meao” mezclado con arena.
2-El submarinista avestruz
El submarinista avestruz es una persona que desde antes de salir el sol está buceando en la playa con un tubo y unas gafas. Cosa que, en principio, no daría para más comentario si no fuera porque el submarinista avestruz, a diferencia del habitual, no sumerge por completo su cuerpo en el agua sino tan sólo algunas partes. Concretamente la cabeza y los pies por medio de una compleja flexión lumbar que desafía innumerables lesiones musculares, vertebrales y de disco. Por razones obvias, del submarinista avestruz se desconoce todo (edad, nacionalidad, color de ojos, etc.) a excepción de su culo. Lo que en ocasiones (no siempre) permite determinar su sexo. También se ignora qué narices de vida submarina observa en un punto de la playa donde el agua no le llega a los tobillos y por qué debe hacerlo a horas tan tempranas. Se ha especulado con el hecho de que tales submarinistas sean concejales del PP de vacaciones que al oír la palabra Púnica, esconden su cabeza lo más rápidamente posible.
3-El jubilado incansable
Tiene 75 años de edad, pero despliega la actividad de un joven de 15 puesto hasta las cejas de Redbull y de pastillas psicotrópicas. Este señor de Fuenlabrada se levanta con el sol y a las ocho menos cuarto de la mañana, ya está peleándose con los policías locales para que le dejen colocar la sombrilla y las tumbonas en primera fila de playa. Después, se va a por los churros y durante el resto de la mañana visita el super para hacer las compras del día y contarle unos cuantos chistes verdes a la cajera. Tras sus tres horas de playa y baño, come y hace una siesta corta. Por la tarde no perdona nunca el paseíllo y la visita a la terraza de la heladería. Antes de acostarse, baja la basura y pasea el perro de los nietos. Su frase favorita es ¡esto es vida!.
4-El hombre que lo tenía todo doble
Es la versión playera de macho ibérico. De escasa altura, piel morena, cabello negro peinado hacia atrás – con o sin entradas- abundante pelo en pecho y abdomen más o menos firme (ya sea debido a la musculatura trabajada durante los recreos en el patio de la cárcel o al ingente esfuerzo que hace por disimular barriga lo cual, en algunos casos, ha llevado al sujeto a padecer colapsos respiratorios que han requerido intervención médica). La singularidad de este individuo reside en su caminar chulesco, su mirada perdonavidas y, especialmente, en que siempre lleva el paquete de tabaco (Winston o Marlboro, se desconoce donde guarda el encendedor) sujeto a la tirilla del bañador. Esta circunstancia agravada por el hecho de que el individuo ya de por sí viste un traje de baño dos o tres tallas inferiores a la que le correspondería genera una presión adicional en su paquete (el otro) que le hace merecedor del apelativo con el que habitualmente es conocido: el hombre que lo tenía todo doble.
5-El gordo
Denostado por los metrosexuales y por los adictos al running, el gordo es un personaje playero fundamental e incomprendido. Sin este obeso veraneante la industria turística se vendría abajo como un castillo de naipes. El gordo le da vida al comercio: cada día arrambla con varios packs de latas de cerveza, con un carro entero de aperitivos variados y con un amplio surtido de embutidos locales. Sus visitas a los bares y a los chiringuitos son épicas y hacen bajar peligrosamente la población de sepionets y de tellinas en el Mediterráneo. Como gran defensor de la merienda tradicional, consume cantidades estratosféricas de fartons y magdalenas, mojadas en horchata del terreno. Aunque su gran barrigón rebosando sudoroso sobre el bañador lo convierte en motivo de burla y de espanto, el gordo debería recibir algún tipo de reconocimiento a su incomparable labor. El Ayuntamiento del pueblo debería dedicarle una calle o poner un monumento al lado del ambulatorio, con una leyenda que diría “A Don Fulano de Tal, que se comió el figatell número dos millones”.
6-La pantera de las arenas
Lo primero que se percibe de la pantera de las arenas no es su presencia sino su intenso olor a bronceado. Una combinación de coco, maracuyá y aroma de cebolla axilar. Minutos, u horas, después del golpe odorífero llega ella. Agitando sus carnes morenas tirando a fláccidas cubiertas con un bañador de dimensiones más bien reducidas que imita la piel de un leopardo o de cualquier otro felino de la sabana africana. Mientras camina observa todo lo que se mueve a su alrededor (especialmente si son varones de entre 14 i 74 años) con una mirada feroz como si fuera literalmente a devorarlos. La pantera de las arenas suele llevar toda una serie de complementos que incluyen pulseras tintineantes, gafas de sol, una cinta amarilla con la que se sujeta el cabello tintado de rubio (roto y quebradizo por las puntas) y un bolso de plástico transparente donde lleva el móvil, llaves, algunas monedas sueltas y un pequeño tubo que igualmente podría ser un pintalabios, un tampón que un supositorio tamaño XXL.
7-El cabrón de arena
Por muy cerca del agua que pongas las sillas y la sombrilla, siempre llega él para amargarte el día. El cabrón de arena es un hombre menudo y avieso, con una edad que oscila entre los 50 y los 80 años. Su gran habilidad es colocar su equipo playero casi dentro del mar, pasándose por el forro las reglas de educación y dejando sin ninguna visión marinera a sus víctimas. Actúa con rapidez y desparpajo y si hace falta, aparta a patadas los cubos de plástico de los niños o alguna silla que le molesta. Una vez conseguido su objetivo, pasea con orgullo, convencido de que el resto de los bañistas son una panda de idiotas incapaces de defender su territorio. Se han dado de casos de cabrones de arena tan competitivos, que acabaron colocando las tumbonas en el agua y tuvieron que ser rescatados por el personal de la Cruz Roja.
8-El buscador de tesoros y el capitán Pescanova
El buscador de tesoros y el capitán Pescanova son dos tipos que no conocen la palabra descanso ni la frase ‘estate quetet’. Aprovechan el veraneo para hacer algo supuestamente divertido y de paso obtener unos ingresos adicionales con los que pagar el apartamento. Tanto el uno como el otro son varones adultos tirando a muy adultos (no se conocen individuos de la especie de sexo femenino). La única diferencia entre ambos es que el primero se recorre todos los días la playa de punta a punta por la parte de la arena, con un artilugio que le costó 1.080 euros y que parece un amachambrado de volante de automóvil, muleta y palo de selfies en busca del tesoro que el capitán Kid en sus correrías por las aguas de Piles, Daimús y Bellreguard enterró en alguna playa. Y el otro hace lo mismo por la parte húmeda, lanzando sus redes y soñando secretamente que algún día en lugar de condones usados pescará una pechina, un bogavante o una sirena (lo que más cotice ese día en la lonja de pescado).
9-Paco, el Momia
Va a la playa cada verano por darles un gusto a su mujer y a sus hijos. Él odia todo lo que tenga que ver con el mar, el sol, la arena y los flotadores de plástico. Este personaje blancuzco pasa los días en el apartamento viendo la tele o leyendo el Marca. Sale a la calle en contadísimas ocasiones y nunca se olvida de ponerse una camiseta de esport debajo de la camisa de Tergal de manga corta. Extremadamente maniático de sus costumbres alimenticias, se trae del pueblo su propia cerveza y su propia marca de patatas fritas. Cuenta la leyenda que en el verano de 1994 nuestro hombre acuciado por el calor decidió bajar de su casa a darse un baño de mar. A los pocos minutos, el personal de la Cruz Roja lo tuvo que rescatar tras sufrir seis picaduras consecutivas de medusa y el violento ataque de un banco de boquerones mutantes. Una y ná más.
10-Los amantes
Son una pareja que sobrevive en la playa con una toalla, una cerveza, un paquete de tabaco y una hamaca y que observa el siguiente ritual: Mientras él fuma oteando el horizonte cual apache, ella lee tendida el libro GREY (del que The Guardian ha dicho que ‘es imposible leerlo y no pensar que la narradora debería acabar en la cárcel’). En un momento dado la lectura le produce desasosiego y la joven solicita a su compañero que la acompañe a refrescarse. Tras un tiempo en el agua donde alternan abrazos, besos (con y sin lengua) y movimientos rítmicos, como de natación sincronizada pero con más apelotonamiento, la chica sale del agua arreglándose el bikini, se sienta en la tumbona y coge el libro. Mucho más tarde, cuando ya está a punto de rozar la hipotermia, el joven también sale del agua. Sin dejar de mirarse el bañador, avanza hacia ella, enciende un cigarrillo y vuelve a vigilar el horizonte con el interés de Rodrigo de Triana, mientras ella comienza ya a agitarse de nuevo debido al desasosiego…