Pasa agosto como lluvia seca sobre el secarral de Alcoy. No me he movido de aquí y, a fe mía que lo tengo por experiencia única. Días de insoportable levedad y noches de calor denso y despreocupada inercia. Alcoy, en agosto, es una forma de coger el coche sin miedo al aparcamiento,
un modo de tomar un café sin prisa, una higa a la calima de la carretera y al muy saludable vicio de hurgarse la nariz en un atasco del copón, carretera de la Coruña adelante. Quedarse en casa en agosto a echar el veraneo es un muy recomendable ejercicio de cordura. Lo juro. Desde aquí mi más profundo agradecimiento a todas las alcoyanas almas caritativas que me ofrecieron sus paraísos terrenales en forma de casita de campo con piscina reparadora, buena compañía y (alguna vez hubo suertecilla) una colación importante de pericana churrusca, potrota de calibre y fresca, amorosa, espumosa y salutífera birra . En su alma grande y desprendida encomiendo mi veraneo menestral. Bendito sea Dios y alabado su santo nombre.
Pero en agosto, y aunque no te muevas de casa y aunque la casta política nos de un respiro entre olas, bikinis lacios, desapariciones (¿que fue de la ministra de sanidad, sus jaguares y sus conjuntos?) y orvallo gallego (¡qué majo Rajoy en chubasquero!), siguen pasando cosas. Este agosto ha sido el de la epidemia. El ébola, esa cosa rara, (para mí tengo que flor del mal de un laboratorio, esperemos que flor de un día), saltando el terreno en donde fue dulcemente depositada. Toma recortes en sanidad, que el ébola nos pilla con el pie cambiado y sin un puto hospital a punto. La confesión de los pecados más que capitales del molt honorable Pujol y familia que quedarán en agua de borrajas, humo de pajas, papel mojado, sin propósito de enmienda, sin penitencia y sin pisar el trullo. Al tiempo. La muy oportuna recomendación del ministerio del interior a toda mujer susceptible de ser violada de llevar un pito al cuello (de silbar, se entiende), cerrar las persianas a cal y canto, no frecuentar caminos no frecuentados, evitar hacer cola en la parada del autobús cuando sólo el viento la habita. No sé ustedes, pero yo, mujer, con semejantes recomendaciones no saldría de debajo de la cama ni para ir a por tabaco. El ministro de educación, en un alarde de querencia al ancien régime, da el visto bueno, incluso el visto cojonudo a la fundación Blas Piñar “que favorecerá el estudio de su obra religiosa, política y jurídica y su contexto sociopolítico, inspirada en los ideales de Dios, Patria y Justicia, para la memoria colectiva del pueblo español”. Arriba España manque pierda. Pienso estudiarme su obra de pe a pa que uno va haciéndose su culturilla y el ideario acogotado de don Blas, presumo, no tendrá desperdicio, so pena que sea todo él un desperdicio, un cagallón, una mierda pinchada en un palo. La fundación de don Blas, como todos los delirios de la derechona nos costará un pico ¡ay!. Los niños de ceniza y humo de la franja de Gaza, los niños rotos, los niños descabezados, los niños que perdieron su columpio y su comba en sus ojos de muerto prematuro. Esta puta mierda de raza humana que no descansa ni en agosto. En fin.
Aquí, en este país que antes se llamaba país, volverán las oscuras garrapatas a chuparnos la sangre y la moral. Volverá septiembre y su esquelética hojarasca amarilla y no habrá pasado nada. Los embaucadores, los asesinos de palomas, también descansan, pero vuelven con el tirachinas cargado.