Alcoy debe ser una de las pocas ciudades medias del mundo que carece de un casco histórico peatonal. Esta dolorosa singularidad se puede atribuir a una letal combinación de torpeza de los gobiernos municipales y de irresponsable rechazo por parte amplios sectores del vecindario y de las asociaciones de hosteleros y comerciantes. Mientras pasábamos décadas instalados en este estéril tira y afloja, por las calles del centro crecían los letreros de se vende y los derrumbes de casas creaban un paisaje apocalíptico. La situación ha llegado a tal punto, que ya hay más de un cenizo que dice que si tardamos unos años más en poner en marcha el dichoso plan de peatonalización; al final, ya no quedará nada que valga la pena peatonalizar.
El guión de esta triste película ha sido siempre el mismo: un ayuntamiento se arma de valor y anuncia un plan para convertir en vías peatonales algunas calles principales del casco antiguo; comerciantes, vecinos y hosteleros se sublevan, recogen firmas, cuelgan pancartas y pronuncian amenazas de hecatombe general; el ayuntamiento en cuestión se acojona ante las posibles consecuencias electorales de esta decisión y la peatonalización se entierra en un cajón, a la espera de que venga otra corporación más osada, aplicándose al pie de la letra el dicho “el que venga detrás que arree”. Gobiernos municipales de todos los colores políticos se han estrellado con este muro indestructible, en cuya construcción también ha colaborado una ciudadanía que afronta desde la indiferencia cualquier cosa que tenga que ver con el corazón de su ciudad.
A pesar del maltrato con que lo castigan los alcoyanos, el casco histórico es un entorno urbano agradecido y resultón. Cualquier iniciativa de mejora que se haga en esta zona (desde la Plaça de Dins a la calle Sant Francesc) provoca una reacción positiva inmediata y hace que en espacios al borde de la muerte florezcan rápidamente los bares y las terrazas. Todos estos milagros se han producido de una forma dispersa, sin ningún tipo de plan previo, a base de voluntad y de esfuerzo de los empresarios que han decidido arriesgarse y apostar por ubicar sus negocios (habitualmente hosteleros) en esta tierra maldita.
Tras unos años de titubeo, el actual gobierno municipal ha decidido jugársela otra vez con la peatonalización. De nuevo parece repetirse el argumento de la película: quejas de comerciantes, pancartas, recogidas de firmas, manifestación en la Bandeja y partidos de la oposición intentando pescar entre las contradicciones y los errores de la propuesta oficial. Sólo cabe hacer rogativas al cielo para que el actual ayuntamiento tenga más suerte que sus antecesores y logre –si es posible vía consensos- la ansiada normalización.
A favor del plan del Ayuntamiento hay un argumento de peso: las cosas están tan horriblemente mal en el centro, que ni la peatonalización más chapucera podría empeorarlas. Dejar la zona cómo está es mantener la condena a muerte lenta en la que vive sumida desde hace décadas.
Su artículo, muy interesante, pero antes de hablar de que los vecinos y comerciantes estamos intentando parar la peatonalizacion, no es correcto, lea bien las pancartas y escuche lo que pedimos, antes de juzgar, si queremos la peatonalizacion, pero bien hecha, y sin contar arterias principales, ya que dejaría a la zona alta totalmente incomunicada, un saludo
La mayoría de las veces estoy de acuerdo con las reflexiones y opiniones de Javier, tan solo un pequeño apunte; si las ventajas de la peatonalización son de una claridad meridiana… mejor calidad de vida, menor contaminación, mayor actividad económica… ¿ Por qué no se realiza en otros barrios como Santa Rosa o Juan XXIII? Un mayor número de ciudadanos se beneficiarían de las indiscutibles bondades de la peatonalización.
Se podría empezar a descentralizar Alcoi y no siempre experimentar (ensayo-error) con el Centro