Aunque el deporte nacional de este 29 de abril de 2019 es hacer leña del árbol caído del PP, hay que romper una lanza en favor de los populares y destacar una de sus más acrisoladas virtudes: su capacidad para asustar a la gente. Las huestes de Pablo Casado son buenas dando miedo y la mejor prueba de ello es que este domingo millones de españoles han corrido aterrorizados a las urnas para votar al PSOE y evitarse el sofocón de verse gobernados por un partido empeñado en una competición suicida por los votos de la ultraderecha.
“Todo será pavor, susto y espanto”. La campaña popular parecía inspirada por esa frase amenazante que cada 24 de abril pronuncia el Embajador Moro en la plaza de España, mientras al público y a los ocupantes cristianos del castillo les entra el tembleque al ver cómo se las gasta la alegre muchachada del caudillo Al Azraq. Alguien debería de haberle explicado al líder del PP que estos excesos oratorios están bien para el Día del Alardo, pero huelen a cuerno quemado cuando uno participa en un debate político. El resultado es el que pudimos ver en la interminable noche electoral del 28 de abril: Casado se levantó por la mañana creyéndose una reedición juvenil de José María Aznar y a la hora de acostarse se había convertido en una patética versión de Hernández Mancha. Una catástrofe electoral sin paliativos, que deja seriamente tocado al primer partido de la derecha española.
La victoria inapelable de los socialistas, a nivel nacional y en la Comunitat Valenciana, demuestra que la gente prefiere los estímulos positivos a las películas de terror. En estos tiempos duros, el personal agradece algún motivo para ilusionarse y rechaza de forma mayoritaria a aquellas fuerzas políticas que basan su mensaje en vender el Apocalipsis en bonitos fascículos coleccionables.
Aplicando el viejo dicho alcoyano de que “un bolet és una lliçó”, a la derecha española le toca revisar en profundidad su agenda de prioridades ideológicas. Una de las consecuencias más positivas de los resultados de esta cita electoral es que el PP tendrá que modificar de forma drástica su mensaje político, regresando a los terrenos de la moderación en los que este partido obtuvo sus mejores resultados. Rajoy debe estar partiéndose el pecho, mientras se fuma un enorme purazo.
Nota: A la hora de cerrar nuestra edición, las multitudes seguían esperando ansiosas la comparecencia de José María Aznar para explicar qué él no tiene nada que ver con una catástrofe de la que ha sido el principal líder espiritual.