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Punto de vista
El imparable impacto del “Penaguilagate”
El escándalo protagonizado por el alcalde nos ofrece un retrato de grupo de la actual escena política alcoyana
Javier Llopis - 08/02/2021
El imparable impacto del “Penaguilagate”

El “Penaguilagate”, la noticia de que la primera autoridad alcoyana había fijado su residencia en Penáguila en lo más crudo de la pandemia, ha tenido una inesperada consecuencia: nos ha ofrecido a todos los alcoyanos una valiosa fotografía de grupo de la política local. Tras casi un año de anormalidad, en el que todas las formaciones del salón de plenos han funcionado bajo la sordina de una brutal crisis sanitaria, las reacciones ante la injustificable actitud del alcalde nos permiten conocer de una forma muy clara  cuáles son las posiciones reales de cada uno de los partidos del arco parlamentario. Con el intento frustrado de reprobar a Toni Francés, regresa la política a Alcoy y regresa… con su cara más intensa.

El primero en retratarse ha sido Toni Francés. Su decisión de irse a vivir a Penáguila cuando Alcoy aparecía en todos los telediarios de España como una ciudad arrasada por el coronavirus es en error de primera magnitud, que denota una absoluta falta de reflejos políticos y un innegable déficit de empatía hacia sus convecinos. Sea por inconsciencia o por ir demasiado sobrado, la actitud del primer edil no acaba de cuadrar con el perfil de un político que siempre ha sabido cuidar los detalles y mostrar una imagen pública de cercanía, desprovista de cualquier signo externo de endiosamiento. Hablan los veteranos del periodismo municipal del “síndrome de la tercera legislatura”; una irrefrenable tendencia a desconectarse de la realidad, que afecta a todos los gobernantes que cumplen más de ocho años en un cargo. Este diagnóstico se ajusta como un guante al suceso protagonizado por la primera autoridad alcoyana, que con su polémica decisión ha demostrado estar muy alejado del sentimiento de la calle, convertida desde principios del mes de enero en un espacio inhóspito en el que miles de alcoyanos viven a mitad de camino entre el miedo y la incertidumbre más dolorosa.

Aunque nos encontramos ante una falta grave de lesa ejemplaridad, el caso de Toni Francés no admite la equiparación con los de esos políticos que se han colado en el proceso de vacunación contra el virus; acciones reprobables que sólo pueden saldarse con la dimisión inmediata de sus protagonistas. A pesar de que existen diferencias muy apreciables entre estas dos manifestaciones de prepotencia, la marcha de Francés a Penáguila tampoco puede despacharse con unas disculpas públicas y con un “a otra cosa mariposa”. La metedura de pata del alcalde tiene un recorrido político muy largo y de eso se encargarán los partidos más activos de la oposición, absolutamente cargados de razones para ejercer la más dura de las críticas. En los mítines de la próxima campaña electoral, allá por el año 2023, cada vez que un candidato no socialista pronuncie el nombre de Francés meterá de forma prácticamente obligatoria el siguiente inciso: “el alcalde, que se fugó cuando Alcoy era la ciudad de España con mayor impacto del coronavirus”. Para bien o para mal, ése será el argumento central de los que se presenten como alternativa de gobierno, por muchos complejos de Rodes que se inauguren y por muchas mejoras que del casco histórico que se anuncien.

Caza mayor

Para explicar la actitud del PP en este asunto, hay que llamar la atención sobre un dato importante: para las huestes populares, Toni Francés es caza mayor, ya que combina las funciones de alcalde y de portavoz socialista en la Diputación. Al margen de pedir responsabilidades políticas y de intentar una reprobación, la gente de Quique Ruiz ha dado un paso más allá y ha decidido presentar una denuncia administrativa en un intento de que sobre el primer edil caiga algún tipo de sanción, que le dejaría en una posición política todavía más incómoda. Es imposible desligar la actitud del PP alcoyano del Vía Crucis que está viviendo el partido en el ente provincial, en donde ha de tragarse el sapo de la continuidad del alcalde de la Nucía (convicto y confeso de colarse en una vacunación con vídeo promocional incluido) para no perder la presidencia. Francés  es un pez gordo del PSOE provincial y su inesperada torpeza en el “Penaguilagate” lo ha convertido en involuntaria munición para una cruenta batalla que se está disputando al otro lado de la Carrasqueta.

Guanyar Alcoi ha lanzado a la opinión pública algunos de los análisis más certeros y más duros de esta triste historia. Esta formación política llevaba meses acusando al alcalde de borrarse de la gestión de la pandemia y con la noticia del polémico traslado a Penáguila  ha completado el puzzle, coronándolo con un argumento que refuerza la verosimilitud de sus denuncias. Esta coalición de izquierdas recibe, sin comerlo ni beberlo, una ración extra de combustible político, que le permite conectar con los sectores de la población más cabreados. Lo único que se les puede reprochar a los de Guanyar es un exceso de crueldad, que puede resultar contraproducente a larga, ya que la sobreactuación puede acabar restando credibilidad a sus planteamientos. Llegados a este punto,  conviene llamar la atención sobre un fenómeno estrictamente local: Guanyar Alcoi utiliza con el PSOE un lenguaje de una ferocidad brutal; un tono implacable, que supera con mucho al que este sector de la izquierda usaba para referirse al PP cuando mandaba la derecha. Este intercambio de odios es mutuo y fluye en los dos sentidos; sólo se puede explicar parafraseando a “El Padrino”: esto no son negocios (políticos), esto es personal.

En el capítulo de papelones inclasificables hay que incluir a los dos concejales de Podemos, que con su abstención impidieron la reprobación del primer edil. Las cabezas pensantes del partido morado no acaban de tener clara la diferencia que existe entre el papel que ha de desempeñar el socio preferente de un gobierno municipal y un palmero de Peret, el Rey de la Rumba Catalana. El argumentario para defender el inmenso favor que el pasado viernes le hicieron a Francés, evitándole ser el primer alcalde reprobado de la historia democrática, pertenece por derecho propio a la antología del disparate: la actitud del alcalde no tiene justificación ética ni estética y por lo tanto…nosotros no vamos a hacer nada. Bajo el lema “aquí estamos para lo que haga falta”, Podemos se enfrenta a la seguridad de pagar costes electorales por este extraña forma de entender la lealtad institucional.

Hasta el mismísimo Ciudadanos ha salido de su largo periodo de silencio para unirse a la reprobación del alcalde, a la que también se sumaron por pura coherencia política los concejales de Compromis y de Vox.

Mientras hacemos cábalas sobre la capacidad de supervivencia  del «Penaguilagate» y sobre su impacto sobre el futuro político de la ciudad, es imposible no sucumbir a la sensación general de desaliento que ha generado este feo asunto. Deberíamos de estar hablando de vacunaciones, de mantitas para los niños de los colegios, de medidas de prevención contra la pandemia y de planes de ayuda para los sectores hundidos por la crisis. En vez de eso, la mayor parte de las conversaciones se nos van hacia este tipo de miserias. Todo muy triste.

 

 

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