Los reencuentros son una constante en nuestra vida. Los ha habido televisivos, como el de Marco y su madre; los hay sentimentales, como cuando te encuentras con esa persona que siempre te gustó después de mucho tiempo sin verla y el corazón se te da la vuelta como un calcetín;
los reencuentros familiares, que terminan con tu tío y tú bebiendo cualquier destilado y tratando de arreglar el mundo; y también hay de reencuentros obligados, como el de la afición del Alcoyano y el club.
Es un run-run que en cada partido ha ido aumentando de decibelios. Son comentarios en redes sociales, cartas al director en periódicos, chismorreos en los bares, silbidos en los partidos, pañuelos en los campos. El medidor de descontento siempre fue muy diverso y complejo de calcular. Leía el otro día que a las encuestas no hay que creerlas, pero que muestran las dinámicas a corto y medio plazo de forma muy acertada. El momento en el Collao es delicado, y eso se sabe. Las heridas por cerrar duelen especialmente cuando se atraviesan momentos de inestabilidad emocional y el Collao, ahora mismo, no vive su mejor relación entre club y afición.
El mejor antídoto siempre han sido los resultados, pero no es el único y además, a corto plazo, no parece que vayan a llegar con fluidez. Muchos aficionados se sienten desatendidos durante las últimas temporadas con los precios del abono in crescendo, responsabilizándolos de la captación de nuevos socios, con programas de captación de socios flojos y planes de márqueting… ¿hay plan de márqueting?.
Tener detalles con la afición es muy fácil y es un acto muy agradecido, porque la afición tiene una relación de fidelidad con el club magnífica y es algo que no se aprovecha. No se apuesta por ello.
Hay un reencuentro obligado en el Collao entre afición y club. Desconozco si se están dando pasos en ese sentido, tampoco sé si es una prioridad estando a tres puntos del Playoff de descenso y a cuatro de las catacumbas. Las posibilidades de entrar al Olimpo de los Dioses se han ido esfumando poco a poco, como quien va diversificando la pérdida de la esperanza y, ahora mismo, trece puntos resulta una cifra insalvable.
La temporada no ha funcionado. Las apuestas por personas y jugadores, tampoco. Pero eso, ni el presupuesto, ni el mal tiempo, ni que vienen fiestas, tiene que ser una excusa para demorar más esta necesidad de reconciliación. En un mundo tan desproporcionadamente competitivo, ahora mismo somos como una gacela herida en medio de la sabana. Y los documentales de La 2 ya nos han enseñado qué les pasa a las gacelas maltrechas si no tienen detrás a una manada que les dé cobertura. No hagamos esto con nuestro Alcoyano: tenemos un ejército, pero hay que saber motivarlo y movilizarlo.