Hay motivos más que sobrados para echarse a temblar. La última vez que el CADA tuvo “problemillas” técnicos, permaneció cerrado durante siete años y sus instalaciones sufrieron un proceso de deterioro que hizo necesaria una inversión millonaria para reabrirlas. Esta emblemática infraestructura cultural carga con el gafe de haber sido inaugurada (en primera instancia) un Día de los Inocentes de 2010, en un acto presidido por las inquietantes figuras del ex presidente de la Generalitat Paco Camps y del ex director general de la CAM Roberto López. Entonces, el cierre vino causado por la debacle de la Caja de Ahorros del Mediterráneo y ahora, la amenaza procede de unos “misteriosos” problemas del equipo de climatización, cuyo alcance y cuyas consecuencias no están muy claras.
El principio no puede ser peor. El IVAM anuncia un hecho insólito: la retirada, por vía de urgencia, de una exposición por fallos en el sistema de climatización y de control de humedades del edificio. La posibilidad de que las obras de uno de los más destacados artistas plásticos valencianos de todos los tiempos –Josep Renau- se hayan visto bajo el riesgo de sufrir algún tipo de daño por una avería en la infraestructura de un edificio reinaugurado hace apenas seis años, es algo que debería provocar sonrojo a cualquier gestor cultural que tenga un mínimo de vergüenza torera. Por si esto fuera poco, el IVAM apunta directamente al Ayuntamiento de Alcoy y recuerda que en el convenio para desarrollar este centro cultural, la corporación asumía los costes y las responsabilidades de todo el mantenimiento del conjunto.
A partir de aquí, toca especular y elaborar hipótesis para una historia que presenta grandes e inexplicadas lagunas narrativas.
La forma en la que se han desarrollado los acontecimientos ha sido atípica. El IVAM ha actuado desde una política de hechos consumados, anunciando el traumático cierre de la sala, sin que haya trascendido la existencia de ningún contacto previo con el Ayuntamiento, que era el que en teoría estaba facultado para solucionar el problema. El desconocimiento del coste económico real del arreglo de la avería (no está claro si hay que cambiar un par de piezas o si hay que sustituir todo el equipo) tampoco contribuye a aclarar la situación y tras una semana de noticias contradictorias, todavía no sabemos si estamos ante unos trabajos técnicos de rutina o ante una actuación que supone una inversión prohibitiva.
Ante esta acumulación de sucesos inexplicables, es inevitable pensar que estamos ante un escenario generado por los intereses políticos. Un IVAM bajo la autoridad de una Conselleria de Cultura de Vox decide apretarle las clavijas a un ayuntamiento de izquierdas, dejando en sus manos todas las responsabilidades en torno a la continuidad en Alcoy de este prestigioso instituto de artes plásticas. La sospecha de que las autoridades culturales de la Generalitat estarían buscando una excusa para el cierre definitivo de sus instalaciones en Alcoy, sacándose este gasto de encima, suena creíble, sobre todo si pensamos que hablamos de un partido (Vox) que no tiene entre sus principales prioridades programáticas la promoción del arte contemporáneo. Ellos son más de corridas de toros y de españolísimas morenas de Julio Romero de Torres.
La pregunta necesaria es ¿qué puede hacer el Ayuntamiento de Alcoy ante el desafío que le han lanzado las autoridades culturales valencianas?. La respuesta se resume en una única palabra: negociar. El proceso será complicado para las autoridades alcoyanas, ya que ellas tienen mucho que perder: los alcoyanos agarraríamos un berrinche histórico si asistiéramos a una segunda crisis del Centre d’Art, después de que se nos haya vendido con gran despliegue de triunfalismo que este recinto iba a ser la punta de lanza de un auténtico siglo de oro cultural. En el extremo contrario (mucho más relajados) están los dirigentes del IVAM y la Consellería de Cultura, que tratan a su subsede alcoyana como una instalación secundaria sin ningún interés estratégico, cuya pérdida no les generaría grandes desgastes políticos fuera de las fronteras de la Ciudad del Serpis.
La corporación municipal alcoyana se encuentra ante un verdadero papelón. Por una parte, no puede aceptar la marcha del IVAM, que convertiría el CADA en un cascarón carísimo, privado de su mayor atractivo. Por la otra, tampoco está en condiciones de asumir las exigencias económicas que se le plantean desde la Generalitat, ya que apoquinar con el gasto de un nuevo equipo de climatización hipotecaría durante años las arcas municipales.
Si las negociaciones para la reapertura del CADA ya fueron en su día extremadamente difíciles a pesar de que se hicieron con una Generalitat presidida por el socialista Ximo Puig y por una Conselleria de Cultura en manos de Compromis. Imagínense estos mismos contactos si los interlocutores son un presidente del PP y un conseller torero radical, que considera un bulto sospechoso cualquier signo de modernidad.
Las cosas vuelven a pintar mal para el viejo edificio del Monte de Piedad. Cualquier estrategia de defensa, pasa por ponerse en lo peor. Hay razones de peso: si la solución de este problema técnico fuera sencilla y barata, ya haría tiempo que todos los fallos estarían subsanados sin que se hubiera enterado nadie. En este caso, como en tantos otros, el ruido resulta sospechoso.