Aunque el calendario oficial no lo diga, llevamos varios meses inmersos en un periodo electoral; o lo que es lo mismo en uno de esos momentos de la vida de una ciudad en los que todos los partidos se olvidan del día a día, para meterse en una espiral de promesas y de declaraciones grandilocuentes, que tienen como único objetivo conseguir nuestro voto y obtener la mayor cuota de poder posible en el nuevo ayuntamiento que saldrá de las urnas tras la cita de mayo de 2023.
Si analizamos la situación en clave exclusivamente política, se puede afirmar sin excesivo riesgo que aquí, en Alcoy, todo el pescado está vendido. Los comicios municipales del próximo mes de mayo se presentan como un aburrido sota, caballo y rey: el PSOE de Toni Francés tiene todos los triunfos en su mano para revalidar su victoria y mantener la Alcaldía, ante la falta de solidez de unos competidores divididos, sin experiencia y con una escasísima relevancia pública. Por la derecha, un PP que ha defenestrado a un magnífico candidato sustituyéndolo por un desconocido, un Ciudadanos en fase de desaparición, algún partido independiente inclasificable y la eterna incógnita de Vox. Por la izquierda, las dos grandes promesas del progresismo alcoyano –Sandra Obiol y Naiara Davó- convertidas en un recuerdo tras sus respectivas fugas de la política local y la triste certeza de que el votante progresista se encontrará con un amplio abanico de ofertas que tendrán prácticamente los mismos programas, pero que se verán irremediablemente separadas por personalismos y viejas rencillas del año de la picor.
Las cosas no están tan claras si abandonamos los despachos y bajamos a la calle. En contraste con un relato político previsible, la sociedad alcoyana vive inmersa actualmente en uno de esos periodos de confusión colectiva y de desánimo, que se han repetido a lo largo de las últimas décadas. Cada día crece el número de personas que contempla la administración municipal como un mundo endogámico, ajeno a las necesidades reales de la ciudadanía, que no aporta soluciones a los grandes problemas de la ciudad. Cerramos una legislatura marcada por la pandemia y por el tensionamiento de nuestra infraestructura sanitaria y asistencial y resulta decepcionante contemplar cómo el debate electoral entre partidos está ocupado por los mismos temas de siempre: recuperación del casco histórico, suelo industrial, tren Alcoy-Xàtiva o revitalización del área fabril del Molinar. Las dudas en torno al futuro de esta comunidad crecen al confirmarse que llevamos décadas dándoles vueltas a las mismas monsergas. Las ruedas de prensa electorales, anunciando soluciones a carencias que llevan toda una legislatura muertas de asco, no logran levantar el entusiasmo de un electorado cansado de escuchar cada cuatro años las mismas promesas.
La sensación de decepción va ganando fuerza y con ella, crece la desconfianza hacia un gobierno municipal sólidamente sustentado por la debilidad y la incompetencia de sus contrincantes; un gobierno municipal cuya habilidad en el manejo de la propaganda sólo es comparable con su torpeza a la hora de gestionar con efectividad los asuntos importantes. El censo electoral alcoyano se va llenando cada día de personas desorientadas: votantes socialistas a los que no les convence la superficialidad de los gobiernos de Francés, convertidos en una factoría de eventos; gentes de izquierdas indignadas con la incapacidad egoista para entenderse de formaciones como Guanyar, Podemos y Compromis y votantes de derechas atragantados por la chulería capitalina de Carlos Mazón, tratando al PP de Alcoy como una sucursal de tercera fila.
El desaliento está ahí y no se puede acabar con él por muchas campañas publicitarias que se hagan apelando a la positividad. El que tenga alguna duda al respecto, sólo tiene que darse una vuelta por la calle y escuchar a la gente o irse a los archivos y contemplar las simbólicas imágenes del debate del estado de la ciudad, celebrado con solemnidad en los salones de CADA y con un patio de butacas semivacío en el que sólo estaban (por obligación) los profesionales de la política. Esta cuesta abajo emocional recuerda en cierta manera a la que se vivió en los últimos años del alcalde Sanus. La única diferencia es que en aquellos tiempos del bipartidismo existía una alternativa de gobierno clara y en éstos, la única competencia del PSOE alcoyano es un confuso batiburrillo de partidos, partidillos y banderas de conveniencia quitándose la clientela los unos a los otros.
Hay un enorme caudal de energía negativa volando por los cielos Alcoy. Establecer las repercusiones políticas de este fenómeno atmosférico es una misión casi imposible. La lógica y la experiencia nos dicen que los electores alcoyanos harán un ejercicio de posibilismo y optarán por el mal menor o por la abstención. La locura de los actuales tiempos políticos nos advierte, sin embargo, de que en este ambiente enrarecido no hay que descartar nunca ni los sustos ni las sorpresas.