Caía la noche del 1 de abril de 2024. En la plaza de España de Alcoy se presentaba el cartel de Fiestas del pintor Joan Castejón y un vientecillo gélido e invernal provocaba un escalofrío entre los valerosos espectadores que asistían al acto. Mientras la cortinilla descubría la obra elegida, en la lejanía se podían oír los primeros lamentos de las almas en pena; las quejas indignadas de los guardianes de las esencias, que se levantaban de sus tumbas pútridas para recordarnos al resto de los pecadores el gran dogma de la fe festera alcoyana: en Alcoy, San Jorge sólo mata moros, cualquier intento de pintar a nuestro santo patrón matando dragones merecerá la maldición eterna. Llanto y crujir de dientes. Empezaba la noche de los muertos vivientes.
Pregunta fundamental. ¿Quién puñetas son esos muertos vivientes de los que usted me habla?. Ahí va una lista indicativa: son los mismos que obligaron a cambiar un maravilloso cartel de Manolo Boix porque la figura de un moro esgrimía un sospechoso dedito que ponía en duda su sarracena virilidad, los que en su día insultaron y agredieron una magnífica composición cartelística realizada por el mismísimo Juan Genovés, los que consideran que el mundo del arte no ha avanzado ni un milímetro desde los bodegones de los calendarios de Muebles As, los que criticaron al fotógrafo Paco Grau por usar un fotografía para su cartel, los que creen que el mundo de las Fiestas de Moros y Cristianos debe estar regido por la misma estética que lo tebeos del Guerrero del Antifaz, los que han llegado a la conclusión de que un cartel de Fiestas no está completo si no aparece la silueta del Barranc del Cint y los que confunden el respeto a la tradición con el muermo y el aburrimiento más atroz.
Los más optimistas creíamos que esta extraña cofradía de alcoyanos había desaparecido ante el empuje del progreso, la modernidad y las escuadras mixtas. La realidad se ha encargado de desmentirnos y tras unos años de “pax cartelera”, la eterna guerra abrileña ha vuelto a las redes sociales y a las barras de los bares. Con la fuerza de los recién resucitados, estos críticos de arte sobrevenidos han rescatado lo mejor de su repertorio y en sus acalorados discursos no faltan grandes conceptos como: alcoyanía, tradición y respeto. Un trocito de dragón en el dibujo ha bastado para reactivar su aparentemente adormecida furia patriótica.
Puede que la polémica sobre el cartel se haya convertido en una sana costumbre anual; una ceremonia divertida digna de figurar en el programa oficial de actos de las Fiestas. Sin embargo y por muchos esfuerzos que haga, siempre me escandalizará la crueldad que se gastan algunos de mis convecinos a la hora de atacar la profesionalidad de un artista o de descalificar la opinión divergente de cualquier ciudadano que no piense como ellos.
Hay un importante sector de la opinión pública alcoyana que cree que en el mundo de las Fiestas no caben los matices y solo valen las verdades absolutas… y eso es una desgracia que lleva décadas atormentándonos a todos.