Tras la constitución del nuevo Ayuntamiento, llega el momento delicado del reparto de dedicaciones exclusivas y asesorías. La derecha nacional empieza con brío su campaña para aterrorizar a personal y Alcoy afronta una nueva etapa de sus relaciones con la Generalitat.
Sembrar el pánico
Nace un nuevo género periodístico: cosas espeluznantes que van a hacer los nuevos ayuntamientos de izquierdas en un par de semanas. Los periódicos de orden se llenan de noticias alarmantes sobre expropiaciones de colegios privados, sobre retiradas de ayudas a festejos populares o sobre escandalosos planes para secularizar capillas. Se trata de acojonar al personal y los autores de estos textos apocalípticos aplican al pie de la letra el viejo dicho de “no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje”. Un amplio sector del periodismo español ha decidido ponerse el disfraz de Freddy Krueger y dedicarse a sembrar el pánico en el patio de butacas. Leído en un periódico “liberal”: “Carmena dedicará más dinero al Día del Orgullo Gay que a las Fiestas de San Isidro”. ¡Buuuu…!.
Cosas raras
Un titular en la página web de Radio Alcoy: “Francés concede nuevos sueldos a concejales de la oposición”. Hay algo que no suena bien en la facultad concedida a los alcaldes para decidir sobre la situación salarial de los ediles de otros partidos. Esta discrecionalidad institucionalizada deja abiertas miles de posibilidades para el compadreo y para el intercambio de cromos. Una pregunta inevitable: ¿sería tan difícil aprobar una ley en la que el reparto de dedicaciones exclusivas quedara totalmente tipificado, sin estar sometido a ninguna arbitrariedad?. La existencia de una normativa en este sentido despejaría las dudas razonables de amplios sectores de la ciudadanía y supondría un importante avance en esa transparencia tan cacareada y tan poco practicada.
Lumbreras
Mariano Rajoy comparece ante los medios de comunicación y anuncia que los malos resultados electorales del PP se deben a la crisis y a la corrupción. La declaración es el fruto de dos semanas de intensas reflexiones y del trabajo indesmayable de varios equipos de asesores y de especialistas en alta política. Por supuesto, toda esta gente (incluido el propio presidente de Gobierno) cobra a final de mes por poner su brillante inteligencia al servicio del país. España está en buenas manos. Los ciudadanos pueden respirar tranquilos tras constatar, una vez más, que están gobernados por auténticas lumbreras; por un grupo de cerebros privilegiados, capaz de gastarse fortunas en estudios sociológicos y en encuestas demoscópicas para llegar a la misma conclusión a la que llega la panadera del barrio tras hablar con cuatro clientas cabreadas.
Los enemigos de Alcoy
El alcalde define en su discurso de toma de posesión a los dos grandes enemigos de Alcoy: Ortiz y los de uniforme. Es una frase extrañamente agresiva en medio de un parlamento marcado por el tono positivo. Respecto a la presencia del constructor en esta lista negra, no hay ninguna duda al respecto: el Calderón, la Rosaleda y el bulevar están ahí para confirmarlo. Por el contrario, choca la referencia a los de uniforme (léase sector crítico de la Policía Local), que son al fin y al cabo un grupo de empleados municipales, cuyo trabajo diario debería redundar en beneficio de toda la ciudad. Calificarlos de enemigo poderoso equivale a admitir una situación de clara debilidad por parte del máximo responsable del Ayuntamiento.
Tras la penitencia
El resultado de las elecciones autonómicas supondrá un importante cambio para Alcoy. Por primera vez en muchos años, se abre la posibilidad de que el Ayuntamiento tenga unas relaciones fluidas con la Generalitat. Venimos sufriendo desde hace casi dos décadas el castigo sistemático de la administración que maneja la parte del león del presupuesto público. Vivir de espaldas a Valencia ha sido durísimo y ha contribuido a acentuar la sensación de decadencia de esta ciudad. La lista de asuntos pendientes es interminable y en ella figuran proyectos vitales para nuestro futuro. El Consell de Ximo Puig y de Mónica Oltra debería dar un trato prioritario a un Alcoy que lleva ya demasiado tiempo sometido a una inmerecida penitencia política.
Desapariciones
¿Se acuerdan ustedes de la listas abiertas?. Para muchos ciudadanos, la implantación de este sistema es la clave para acabar con el estado de endogamia de la política y con el poder omnímodo de los aparatos de los partidos. El tema, reivindicado por los partidarios de una profunda transformación del sistema, ha desaparecido misteriosamente de todos los debates políticos y nadie parece mostrar ni el más mínimo interés por aplicar una fórmula que permitiría a los votantes elegir a los candidatos por su valía personal y no por su fidelidad a unas determinadas siglas. Pasa lo mismo que con las diputaciones o con el Senado: todo el mundo coincide en señalar la necesidad de que estos organismos se sometan a una profunda renovación (en los casos más extremos se incluye hasta la supresión), pero a la hora de la verdad ningún partido se atreve a dar el paso a frente. Nadie parece dispuesto a renunciar a la posibilidad de acceder a la ampliación de sus cuotas de poder.
Regalos valencianos
Por el interés, te quiero Andrés. Pablo Iglesias se convierte en el fan número uno de Mónica Oltra e intenta captar a la candidata de Compromis para las filas de Podemos. El hombre de la coleta es un genio apuntándose al caballo ganador y sabe que mientras la dirigente nacionalista esté en activo, su partido no podrá dar el salto en la Comunitat Valenciana. Le responde Oltra amable pero contundente: candidaturas unificadas sí, pero bajo las siglas de la coalición nacionalista valenciana. La lógica política se impone. La candidata de Compromis lleva un pico de años peleándose con cotinos, fabras y demás fauna y se niega a regalarle el fruto de todos sus esfuerzos a un señor de Madrid. La situación se puede resumir con el siguiente argumento: somos de provincias, pero no estamos tontos.