Acaba otra semana sin que nadie haya podido averiguar cuál es la posición exacta del PSOE respecto al proyecto industrial de La Española en la Canal. En el antiguo matadero termina abruptamente la historia de una privatización, que se vendió como un gran logro y que ha acabado en medio de un mar de dudas. El Gobierno, como todos los gobiernos que en el mundo han sido, mantiene a un régimen de pan y agua a la línea férrea Alcoy-Xàtiva.
Negocio redondo
El Ayuntamiento de Alcoy asume la gestión del complejo deportivo del antiguo matadero, al comprobar que la empresa concesionaria no había pagado nunca el canon acordado en la contrata, lo que suponía una deuda de 206.000 euros con la corporación municipal. Aunque todas las privatizaciones son un negocio redondo, en este caso concreto se riza el rizo. La Administración asumió la costosa reforma de las instalaciones de la Avenida Gil-Albert, cediéndole la gestión a una empresa, que sólo tenía dos obligaciones: ofrecer un servicio en condiciones y pagarle una cuota anual al Ayuntamiento a cuenta de sus ganancias. Pasados ocho años desde la apertura de este centro, se confirma una vez más que las contratas están para no cumplirse y que la concesionaria se pasó por el arco de triunfo sus compromisos, en medio de la más absoluta permisividad municipal. Se cumple aquí otra de las condiciones imprescindibles de las privatizaciones/chollo: cuando las cosas van mal y dejan de generar beneficios regresan de inmediato a manos públicas, para que sea el dinero del contribuyente el que solucione todos los desaguisados.
Declaraciones inútiles
Una noticia buena y otra mala. La buena es que por fin un partido político alcoyano se atreve a tomar una posición clara en el conflicto festero: Esquerra Unida exige la paralización del proceso electoral en el Casal y el inicio inmediato de una reforma de los estatutos de la Asociación de San Jorge para adaptarlos a los principios democráticos. La noticia mala es que EU habla como si formara parte de la oposición, olvidándose de que es miembro del gobierno de un Ayuntamiento sobre el que recae la última responsabilidad en la organización de los festejos. Entre silencios políticos clamorosos, entre vacías invitaciones a la concordia y entre declaraciones inútiles para salvar la cara, la guerra festera continúa con arreglo el programa previsto, hasta que un día un juzgado nos dé un susto de muerte, solucionando a las bravas lo que nadie quiso solucionar desde el consenso.
Un sencillo sí o un sencillo no
Jornada informativa del PSOE para explicar su posición respecto al proyecto de La Española en la Canal. Vistazo a los periódicos y ronda de emisoras de radio. Nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de desentrañar qué es lo que piensan exactamente los socialistas de esta polémica obra. Las crónicas reflejan un prodigioso ejercicio de equilibrismo gramatical, que deja el asunto en su habitual estado de confusión y ambigüedad. ¡Con lo sencillo que sería decir un sí o un no!. La exigua asistencia de público –apenas 60 personas- a una cita en la que se trataba uno de los proyectos más importantes para el futuro económico de Alcoy confirma una sospecha: hay que revisar la fórmula de este tipo de actos presuntamente participativos, cuya utilidad es más que discutible, ya que acaban convirtiéndose en una gratuita ceremonia de autoafirmación.
Chapa y pintura
Cada año, cuando se presentan los Presupuestos Generales del Estado, se produce la misma decepción. Los periodistas buscamos la partida destinada a la línea férrea Alcoy-Xàtiva y en la columna de inversiones aparece una cantidad con la que apenas se podrían cubrir los gastos de chapa y pintura de los vagones. Con alguna pequeña excepción, estamos así desde 1985. Han pasado gobiernos de todos los colores y el tren sigue condenado a la perpetua miseria. El ambicioso convenio para mejorar el tramo, firmado en 2008 por Paco Camps y Pepiño Blanco, se ha convertido en historia, al igual que sus dos firmantes: dos personajes devorados por la política y convertidos ya en figuras vintage. Cada año, cuando se presentan los Presupuestos Generales del Estado resucita el fantasma de la supresión de la línea y desde Madrid nos recuerdan que su existencia es un hecho milagroso.
Su Majestad la rotonda
Los gobernantes de la Edad Media le legaban a la posteridad magníficas catedrales góticas, los de ahora dejarán en la Historia un gigantesco rastro de rotondas. Esta peculiar solución para el tráfico se ha convertido una presencia continuada en nuestras vidas cotidianas y en un recurso obligado cada vez que se detectan problemas circulatorios en un determinado punto del casco urbano. Según señala el diario Información, el Ayuntamiento de Alcoy anuncia una gran rotonda para solucionar el desastre del acceso desde Cocentaina. Ya era hora de que alguien diera un paso adelante para acabar con una zona, que se había convertido en una especie de catálogo de los peores despropósitos en materia de movilidad. Entrar en Alcoy desde la Villa Condal es un deporte de riesgo, una ginkana diseñada por unos urbanistas descerebrados para los que no existía el concepto planificación.
San Nicolás
Se lo escuché a un ilustre ingeniero madrileño con cierta pasión por Alcoy: “la calle de San Nicolás está preciosa en las tardes de lluvia; tiene un brillo verdoso especial, que la hace única en todo el mundo. Ustedes no saben lo que tienen”. Como buen alcoyano, en mi puñetera vida me había parado a pensar sobre la presunta belleza de esta vía urbana y mantenía con ella una relación de indiferencia y de invisibilidad como la que mantienen los consortes de esos viejos matrimonios, que tras el paso del tiempo están aburridos de verse las caras cada mañana. Pues sí, efectivamente, el ilustre ingeniero tenía toda la razón del mundo: la calle de San Nicolás se nos ha mostrado maravillosa durante estas tarde otoñales de lluvias y cielos grises. Vale la pena darse una vuelta por ella antes de que regresemos a nuestro estado habitual de sequía permanente.
El opio del pueblo
Si el fútbol fuera el opio del pueblo, los españoles deberíamos estar todos muertos de sobredosis. Hay partidos “históricos” los siete días de la semana y resulta imposible enchufar una tele o una radio sin escuchar la voz gritona de los locutores henchidos de emoción. Alguien se ha empeñado en exprimir a la gallina de los huevos de oro y no va a parar hasta que el pobre animalito se convierta en un guiñapo. Como espectador, empieza a resultar imposible ponerle algo de pasión a este espectáculo repetido hasta la extenuación.