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Punto de vista
Nombres, bustos y otros símbolos
Enrique Peidro - 22/09/2015
Nombres, bustos y otros símbolos

Este pasado verano, en Madrid, el gobierno de “Ahora Madrid” propuso renombrar la plaza de Vázquez de Mella como plaza de Pedro Zerolo. En Barcelona, Ada Colau y sus concejales de “Barcelona en comú” hicieron retirar del consistorio municipal el busto de Juan Carlos I (se supone que para colocar uno del actual monarca españolo, Felipe VI). En Zaragoza, el partido en el gobierno, “Zaragoza en común”, propuso sustituir el nombre del pabellón príncipe Felipe por el del ex-entrenador del CAI, José Luis Abós…

Se trata de una tendencia muy extendida entre los partidos de izquierdas, ésta de cambiar el nombre de calles y demás. Y yo, que entre otros muchos, tengo el defecto de pensar y opinar acerca de casi todo, no he podido abstenerme tampoco de hacerlo a este respecto.

Lo primero que me viene a la cabeza es un refrán: “para ese viaje no se necesitan estas alforjas”. ¿Qué quiero decir con ello? Pues que si todo lo que nos tienen que ofrecer estos partidos de nueva izquierda van a ser propuestas tan “trascendentales” como éstas, apaga y vámonos. Y a partir de aquí voy encadenando unos pensamientos con otros… A ver si soy capaz de ponerles orden a los mismos para exponerlos aquí.

Escribo “trascendentales” entre comillas para ironizar al respecto. A mí me gustaría conocer a una sola persona cuya vida haya mejorado por el hecho de que se cambie el nombre a una vía o edificio público. Nadie. Absolutamente nadie. Por lo tanto, ¿por qué se pierde el tiempo en los consistorios discutiendo sobre asuntos que no van a servir para mejorar la calidad de vida de un solo ciudadano? Afortunadamente para todos, a mí no me ha dado nunca por dedicarme a la política. Porque si así fuera, y tuviera la oportunidad de participar en un pleno municipal, me levantaría de mi asiento cada vez que se perdiese el tiempo en tonterías de este calibre para pedirles, por favor, que dedicaran su tiempo y nuestro dinero a cosas más serias, de esas que dan trabajo a la gente…

Y vuelvo a pensar en lo del cambio de nombre de determinadas calles de algunas de nuestras ciudades y los motivos que se exponen para hacerlo. Leo que, en Valencia, la corporación municipal, esta vez de “Compromís”, también plantea cambiar el nombre de algunas calles, como por ejemplo, la del General Avilés. El motivo es claro: hay que eliminar todos los vestigios del franquismo. Y los pensamientos siguen acumulándose en mi cabeza…

Hombre, está claro que no está bien hacer apología u homenaje a ninguna dictadura, y yo no lo defendería nunca. Pero también estoy seguro de que, si hacemos una encuesta entre la población, un porcentaje altísimo de los interrogados no tiene ni idea de quién fue el general Avilés. En segundo lugar, también se argumenta que estos nombres fomentan el odio y enaltecen la violencia. Sinceramente, yo he paseado por esa calle, incluso me he alojado en un piso en ella, y no he sentido ganas de matar comunistas por el simple hecho de encontrarme allí (ni por ningún otro, sencillamente no tengo nada contra los comunistas). El que es violento y radical, lo será aunque pasee por la Avenida Santa Teresa de Jesús, en Caracas…

Y eso me lleva a plantearme a qué calles convendría cambiarles el nombre y a cuáles no, y los motivos para ello. Por lo que parece, todas aquellas que tengan alguna relación con el régimen franquista tienen que ser borradas de nuestros callejeros. Sin embargo, en nuestra ciudad sin ir más lejos hay algunos nombres de calles que creo que nadie se ha planteado jamás renombrar, como las de Isabel y Fernando el Católico, en cuyo reinado se fundó la Inquisición Española, la cual no fue precisamente un ejemplo de tolerancia y comprensión. Y, además, patrocinaron los viajes de colonización a América, con su consiguiente matanza de indígenas. O, si nos vamos a Zaragoza, resulta que una de sus arterias principales es la Avenida de César Augusto, emperador romano que liberó numerosas batallas y expandió su imperio por gran parte de Europa, suponemos que no de manera pacífica y sin muertes. Y así, podríamos encontrar ejemplos en casi todas las ciudades de España. ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Tal vez el tiempo transcurrido desde las atrocidades y crímenes cometidos por unos y otros es el factor clave? ¿Cuándo no quede vivo ningún coetáneo de Franco ya se podrán mantener esos nombres de calles sin que nadie se ofenda?

Pero no terminan ahí mis pensamientos. Eso me lleva a reflexionar también sobre los monumentos, porque algunos también están en entredicho. El Valle de los Caídos es el ejemplo más claro. Vamos a ver, me parece fatal que haya gente que todavía vaya a ese lugar a rendir un rancio homenaje al dictador allí enterrado. Eso, habría que prohibirlo. Pero de ahí a quererlo destruir como se ha planteado en algún foro… Yo no lo he visitado nunca, no lo conozco. Pero, por lo que he podido ver en televisión y fotografías, me parece un monumento interesante desde el punto de vista artístico. Y, de nuevo, me surgen las odiosas comparaciones. ¿Habría que demoler también todos los Arcos del Triunfo que hay a lo largo y ancho del mundo? ¿Las pirámides de Egipto, construidas a costa de la vida de centenares de esclavos, deberían también ser derruidas? Seguro que a todos os parece una barbaridad esto último que acabo de escribir, pero… ¿por qué no lo es también todo lo anterior?

En fin, antes de que a nadie se le ocurra tacharme de franquista y facha, me gustaría aclarar que no lo soy, ni mucho menos. En realidad tuve la fortuna de nacer justo cuando el dictador echaba sus últimos estertores, así que todo lo que sé de esa época, lo conozco por referencias de mis padres y abuelos. Y no tuvo que ser nada bueno, no.

Me gusta mucho la historia. Leer sobre ella, conocerla. Y también aprender de la misma. Hay cosas que forman parte de nuestro pasado y que, como tal, han contribuido, directa o indirectamente, a que nuestra sociedad sea tal y como la conocemos hoy en día. La historia hay que conocerla, no olvidarla y borrarla, porque en ese caso correremos el peligro de que se repita.

En conclusión. ¿Me parece mal que se cambien los nombres de algunas calles? No. ¿Me parece bien, entonces? Pues tampoco. Simplemente, me parece innecesario en este momento. Por ello, le pediría a los señores políticos que nos gobiernan, que se dediquen a esto cuando no haya un solo parado en las ciudades en las que son responsables. Cuando no tengamos ni un caso de fraude fiscal ni de corrupción. Cuando se haya erradicado por completo la delincuencia. En ese momento, yo les aplaudiré y alabaré por dedicarse a tan loable acción como ésta. Mientras tanto, me parece una enorme pérdida de tiempo.

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COMENTARIOS

  1. Exquisito says:

    Uno de los problemas radica en que, nosotros mismos, le damos demasiado «bombo» a noticias intrascendentes y por esa razón los políticos, sean del partido que sean, siguen promoviendo acciones de cara a la galería para llenar hojas de periódicos y espacios en las noticias…., culpa nuestra por seguir alimentando esta hipocresía.

  2. Chochim says:

    Qué clarividencia y qué luz, y sobre todo qué exquisita modestia, tan en desuso hoy en día. Tendrían que contratar a don Enrique (porque es usted maestro ¿no?) para ocupar una asesoría con algún tinte cultural de amplio espectro (sin competir con el Centro Cultural ni con el Calderón) para ver de darle un poco de estilo al hacer de la corporación municipal, que tiene olvidadas quizá por exceso de trabajo (aunque no sean nombres de calles que cambiar, sí que tienen calles rotas para arreglar). Tanto dinero nuestro como se gasta en «chuminadas» y una iniciativa así no la contemplan. Hacen falta muchos «donenriques», pero a éste ya lo tenemos con nosotros. Adelante, pues, que lo contraten. Y yo ya me empadronaré entonces en cualquier otro sitio lejos de él. En Penáguila mismo.

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