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Punto de vista
Sobre política, aritmética, retórica y otras ramas del saber
Me he divertido muchísimo con la hipocresía que los políticos y sus simpatizantes han ido derrochando en cantidades ilimitadas en las redes sociales e Internet
Enrique Peidro - 15/06/2015
Sobre política, aritmética, retórica y otras ramas del saber

¡Cómo he disfrutado estas semanas posteriores a la celebración de las elecciones! El mercadeo que se produjo tras las mismas (en lenguaje político, eso que llaman “pactos”) ha estado más emocionante que la mismísima final de la Champions League. ¡Dónde vas a parar!

Me he maravillado ante los ejercicios de aritmética que hacían los partidos políticos y sus simpatizantes para sumar los representantes de unos y de otros y ver cómo podían joder al de más allá. ¡Qué habilidad con los números! ¡Qué rapidez sumando! Para ser un país que sale siempre tan mal parado en las pruebas PISA, hay que ver con que agilidad se realiza el cálculo mental cuando interesa.

Me ha fascinado comprobar cómo han podido surgir las combinaciones más variopintas, sin escrúpulo alguno por parte de sus protagonistas, todos con el único objetivo de, como se dice por aquí, “clavar cullerà”. No importa que sea un partido tradicional o uno de los recién creados; que sea minoritario o uno de los grandes; que me hayan puesto a parir y afirmado rotundamente que no pactarán nunca conmigo. Recordad que San Pedro también negó tres veces a Jesucristo y acabó siendo el primer Papa de la Iglesia Católica. Lo importante para todos era meter el culo en las instituciones conseguir la cuota correspondiente de poder.

Me he divertido muchísimo con la hipocresía que los políticos y sus simpatizantes han ido derrochando en cantidades ilimitadas en las redes sociales e Internet. Tan pronto como se anunciaba un pacto en tal o cual ayuntamiento o comunidad, no tardaba ni cinco minutos en aparecer “memes” y críticas malintencionadas hacia ese partido (el récord, creo que se lo ha llevado Albert Rivera y sus Ciudadanos). Sin importar que en otros ayuntamientos o comunidades se estuvieran fraguando otros pactos en los que, esta vez, los protagonistas iban a ser los que días antes estaban haciendo mofa y escarnio de sus contrincantes políticos.

Pero, muy especialmente, me he asombrado ante la desbordante capacidad del personal interesado para justificar esos pactos ante el resto de la sociedad (¡como si realmente necesitaran hacerlo!), haciendo un uso magistral de la retórica y demostrando cómo se puede vender cualquier cosa si se saben usar correctamente las palabras. Me refiero, naturalmente, a ese argumento esgrimido por los representantes de los partidos y sus simpatizantes para justificar un pacto entre dos, tres o cuatro partidos, la mayor parte de las veces forzadísimo, aunque todo vale si lo que se consigue con ello es mandar al PP “a la puta calle” (perdón por el exabrupto).

Seguro que todos habéis oído ya una y mil veces eso de que “lo hacemos porque la ciudad, lo que quiere, es que gobierne la izquierda”. Olé, olé y olé. Y supongo que lo dirán convencidos. Porque, claro está, la gente cuando va a votar, no vota a una persona determinada, ni siquiera vota a un partido, sino que van a las urnas con la clara intención de votar a la izquierda o a la derecha. Todo el mundo tiene clarísimo qué políticas son de izquierdas y cuáles de derechas, y qué partidos garantizan que se van a llevar cabo cada una de ellas si salen elegidos. Y, por supuesto, en este país no hemos visto nunca a partidos que, supuestamente, son de izquierdas, implantando políticas que, presuntamente, son de derechas (o viceversa). No, no. Eso nunca ha pasado ni pasará…

Como esta discusión ya la he tenido en anteriores ocasiones, sé cuál es el argumento que me van a dar desde los partidos minoritarios: no están haciendo nada ilegal ya que así es el juego de la democracia. Paradójicamente, la ley D’Hondt (la que sirve para el recuento de los votos y no entiende ni Dios) también forma parte del juego de la democracia, pero esa ya no les parece tan bien a los partidos minoritarios porque no les favorece (según dicen ellos mismos, porque yo no entiendo “ni papa”).

Por desgracia, se ha terminado el plazo marcado por la ley para alcanzar acuerdos y en todos los ayuntamientos y comunidades ya se han realizado las correspondientes investiduras. Se acabó el circo, señores. Menos mal que en noviembre vuelve a haber elecciones (¡generales, ni más ni menos!). La diversión está garantizada.

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COMENTARIOS

  1. Lluís Torró says:

    És evident que tothom té dret a opinar, però resulta convenient que el que opine s’informe abans. La ‘llei d’Hondt’ és summament senzilla d’entendre. No és més que una regla d’assignació de representants que afavoreix lleugerament els partits més votats (és fàcil de trobar la informació a la Viquipèdia, sense anar-hi més lluny). Els problemes del sistema electoral deriven de les tanques per entrar al repartiment (el 3 % o el 5 %, segons eleccions i amb àmbits territorials distints) i la manca de proporcionalitat entre la població i la quantitat de representants a triar (els 92.000 habitants de Soria trien 3 diputats a Madrid i els 6’5 milions de madrilenys 36, és a dir un diputat a Soria costa 30.000 vots i el mateix a Madrid en costa 6 vegades més; el mateix als Ajuntaments: a Alcoi es tria un regidor per cada 2.400 habitants, a Planes 1 per cada 110 i a València un per cada 24.000).
    De la mateixa manera, com que estem en un sistema de representació proporcional (encara que corregida), també s’entèn que, en cas que no hi haja majories, les formacions polítiques han d’administrar el patrimoni en representació que els han atorgat els electors (i el sistema) i han d’actuar en conseqüència. Resulta fàcilment ridiculitzable el ‘joc’ dels pactes, però abans de riure’s caldria pensar en les possibles alternatives: potser un sistema majoritari com el britànic on pot governar sense problemes qui obtè un 30 % (o menys) dels vots?
    Està clar que els qui es dediquen a la política s’han guanyat a pols la desconfiança de molta gent. Però també està clar que això passa, en bona mesura, perquè molta gent crea opinió sobre la base d’una escassa o dolenta informació. Per tal d’alliçonar els demés caldria primer aprendre la lliçó, no?

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