A pesar de su avanzada edad, Woody Allen se mantiene fiel a su tradición de rodar por lo menos una película al año. Esta incontinencia cinematográfica genera un flujo peliculero en el que hay espacio para todo: para las obras maestras, para las piezas buenas, para los films flojitos y para los bodrios. “Irrational man” pertenece a esta última categoría. Ni los fans más acérrimos del autor de “Annie Hall” son capaces de encontrarle alguna gracia a esta insufrible producción, en la que los rollos existenciales del personaje encarnado por Joaquín Phoenix forman una plasta estomagante que hace que el espectador se tire una hora y 36 minutos revolviéndose incómodo en su butaca y preguntándose ¿qué cojones hago ya aquí?. Woody Allen se ha especializado últimamente en hacer sutiles películas sobre argumentos mínimos. Son auténticos ejercicios de estilo, que cuando salen bien componen delicadas joyas del arte cinematográfico y que cuando salen mal se derrumban como un incomprensible castillo de naipes. “Irrational man” es un derrumbe sin paliativos. Las caras de cabreo a la salida del cine confirman la decepción. Habrá que esperar a la próxima para ver si hay más suerte.