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La ruleta rusa
Seis apuntes incómodos sobre medio siglo de desastres en el casco histórico de Alcoy
Javier Llopis - 03/02/2020
La ruleta rusa
FOTO: PACO GRAU

Alcoy es una ciudad mediana y agradable con una potente actividad cultural, con una esperanzadora apuesta por un turismo basado en las fiestas y el patrimonio, con un entorno natural de gran belleza y por si esto fuera poco, aún conserva un buen puñado de empresas caracterizadas por su capacidad innovadora. Ninguna de estas circunstancias ha conseguido despertar el interés de las teles nacionales, que sí han montado amplísimos despliegues informativos para cubrir los siete derrumbes con una víctima mortal que ha dejado la borrasca Gloria. Puede que sea una situación injusta, pero es la puñetera realidad y así hay que asumirla. Estamos ante la señal innegable de que esta ciudad lleva 50 años jugando a la ruleta rusa con su casco histórico sin que nadie haya sabido parar el desastre.

La acumulación de siete casas derrumbadas en sólo diez días, el drama de la muerte de una vecina, la torpe gestión política realizada desde el gobierno municipal y la entrada a degüello de la oposición han vuelto a poner al casco histórico como principal tema del debate público en Alcoy. Tras un largo periodo apartada de la actualidad, esta gigantesca anomalía urbanística regresa al punto del que nunca debió haber desaparecido: el primer lugar de la lista de prioridades de esta ciudad. Al margen de la bronca política, que incendia estos días los canales tradicionales, vale la pena hacer una reflexión para tener una idea clara del porqué esta parte del casco urbano ha llegado a tal punto de deterioro.

1-Todo es carísimo
El nivel de degradación alcanzado por el casco antiguo hace que cualquier inversión pública para recuperarlo alcance cifras astronómicas. Instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación, la Generalitat y el Gobierno central ven ampliamente superadas sus disponibilidades presupuestarias por una obra que exigiría el gasto de millones y millones de euros. El fracaso de la mayor parte del Plan ARA dejó muy claro que utilizando sólo dinero público no se puede salir de esta situación. Aquel gran proyecto para revitalizar el corazón de la ciudad chocó con la realidad de una Generalitat que no podía enterrar en una ciudad de 60.000 habitantes buena parte de su presupuesto de vivienda y obras públicas. Igualmente, fracasó la iniciativa privada durante la etapa del PP, incapaz de presentar propuestas atractivas y asequibles al comprador medio, dejando únicamente unos cuantos edificios en lugares privilegiados en los que los pisos alcanzaban precios estratosféricos.

2-Todo es complicado
Todas las actuaciones se complican en una zona de la ciudad que está declarada BIC y que contiene elementos de alto valor patrimonial. Los trámites legales necesarios para demoler o para reformar un edificio en mal estado pueden prolongarse durante años. Asimismo, la opción de abrir fórmulas de colaboración público/privadas para acometer la rehabilitación del centro exigiría a los políticos una plena dedicación para liderar un proceso con unas garantías de éxito más que discutibles. Convencer a los promotores para que construyan casas en esta zona tan degradada es una labor difícil en la que cualquier alcalde ha de poner sobre la mesa sus mejores habilidades persuasivas y sus más contundentes armas de presión.

3-Los alcoyanos no lo valoran
Hay que reconocer una verdad incómoda: la mayoría de los alcoyanos no sienten ni el más mínimo aprecio por el casco histórico. Así lo llevan demostrando a lo largo del medio siglo. Hay miles de vecinos que despotrican sobre el estado de la zona, pero son muy pocos los que tiene la voluntad de comprometerse y de venirse a vivir al centro. Valga como ejemplo un hecho sorprendente: tras 50 años de ruina, la pasada semana se celebró la primera manifestación vecinal para exigir una solución del problema. Ha pasado medio siglo y por extraño que parezca, nadie había organizado ni la más mínima protesta callejera para denunciar este desastre. Alcoy lleva décadas despreciando una parte emblemática de su legado arquitectónico y los políticos (de todos los signos y colores) se han limitado a seguir la corriente general.

4-Es un veneno político
La situación del casco histórico guarda un preocupante parecido con la del tren Alcoy-Xàtiva. Cuando un partido está en la oposición critica al del gobierno por no hacer inversiones para solucionar el problema, intercambiándose automáticamente los papeles cada vez que hay un cambio de color en las diferentes administraciones implicadas. Las actuaciones públicas en esta parte de la ciudad vienen acompañadas de una inevitable cuota de polémicas que provocan a su impulsor un alto grado de desgaste político. Además, se trata de infraestructuras poco resultonas y con un desarrollo lento, que apenas generan votos en una política moderna anclada en el cortísimo plazo. La reacción ante estas evidencias es la previsible: los políticos se olvidan de esta zona y prefieren jugarse sus grandes propuestas electorales en otros terrenos más seguros, que les generen mayores beneficios en las urnas. La tendencia a olvidarse de este agujero urbanístico afecta a todos los partidos por igual. En las últimas campañas electorales, la recuperación del casco histórico prácticamente había desaparecido de los programas, que incluían unas cuantas referencias tópicas para salir del paso y que en ningún momento se molestaban en plantear proyectos integrales y bien fundamentados.

5-No reacciona con nada
Para empeorar aún más las cosas, hay que llamar la atención sobre un fenómeno reiterado y muy negativo: el casco histórico de Alcoy no ha tenido ninguna reacción positiva ante la ubicación en la zona de infraestructuras públicas y privadas destinadas a revitalizarlo. Había una confianza ciega (y justificada) en que el campus de Ferrándiz iría llenando de vida las calles adyacentes, se esperaba mucho del tirón del CADA, del regreso al centro de la Escola d`Art, de la sede de AITEX o de los nuevos locales de la Cámara de Comercio. Los resultados obtenidos por estas grandes inversiones han sido decepcionantes y las cosas han seguido, más o menos, como siempre. Los más fatalistas hablan de gafes y de maldiciones eternas. La memoria nos dice que no se ha sabido aprovechar la oportunidad que ofrecían estos bienintencionados focos de vida y de actividad, que han quedado convertidos en islas perdidas en un mar de solares vacíos y casas en ruinas. Como confirmación de esta política contradictoria y errática, vale la pena recordar que el casco histórico es una zona sobre la que han llovido grandes equipamientos culturales mientras se cerraba su único colegio de primaria de titularidad pública.

6-Conclusión
Alcoy tiene dos opciones para encarar la perpetua crisis del casco histórico. La primera consiste básicamente en dejar las cosas como están, seguir con el rifirrafe político, aprobar algunas medidas cosméticas y pedirle al cielo que no caiga sobre nosotros otra tormenta perfecta como único sistema para evitar la sonrojante presencia de televisiones nacionales transmitiendo desgracias ante un edificio digno del Beirut en guerra. La segunda opción es mucho más complicada y mucho más lenta. Para desarrollarla se necesita la implicación total de los políticos, un cambio radical de mentalidades por parte de la ciudadanía, la concienciación de los propietarios de pisos vacíos sin ningún tipo de mantenimiento y la complicidad de los sectores empresariales de la construcción. Aquí, no hay milagros; ningún alcalde dotado de superpoderes, ni ningún conseller rumboso van a sacarnos del atolladero. Éste es un proyecto colectivo del que hemos de salir todos juntos. Será un proceso doloroso y lleno de obstáculos, pero sus resultados valen la pena. Recuperar las partes más hermosas y vivibles de la ciudad, devolverle la vida a unos rincones que forman parte nuestra historia y acabar de una vez por todas con esta sensación de vergüenza permanente forman una lista de objetivos a la que no deberíamos renunciar nunca.

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