Aunque oficialmente significa escándalo o disputa a gritos, en Alcoy se utiliza el término canyaret para referirse a situaciones dolorosas o molestas que se prolongan en el tiempo. Si al salir de casa, su vecino le propina un fuerte golpe en la cabeza con una cachiporra estaría usted ante la clásica agresión con objeto contundente; si este energúmeno intenta descalabrarlo sistemáticamente todas las mañanas: no lo dude, está sufriendo usted un canyaret y debe poner el caso en conocimiento de las fuerzas del orden.
Recurriendo a las ricas metáforas religiosas, enfrentarse a un canyaret se parece mucho a padecer un Vía Crucis o a pasar las de Caín. En los tres casos, nos encontramos ante una persona que se enfrenta a múltiples sufrimientos, que se reiteran en el tiempo y que siempre van a peor. Como todas las cosas malas de esta vida, el canyaret se sabe cuándo empieza pero nunca cuándo termina. Hay dos formas de enfrentarse a la desgracia de un canyaret: las personas más estoicas lo aguantan con resignación y esperan a que pase; los más activos se sublevan e intentan por todos sus medios frenar esta espiral tan dramática.
El concepto canyaret es muy amplio y cubre prácticamente todas las facetas del alma humana. Alcoy es una ciudad tradicionalmente bien provista de este tipo de enredos molestos e interminables. Tenemos canyarets urbanísticos de gran tonelaje, como el parking de la Rosaleda o el proyecto de polígono de la Canal. Hay canyarets festeros, como el lío de la Trilogía en fin de semana, que llevan décadas llenando páginas de periódicos, tertulias de bar y juntas de filà. Nuestro casco histórico es un canyaret en sí mismo; un pozo sin fondo en el que a lo largo del último medio siglo se han sucedido los desastres uno detrás de otro y en el que apenas pasa nada bueno. Viajar hasta València en la línea Alcoy-Xàtiva es un ejemplo paradigmático de canyaret ferroviario. Y hasta actos tan cotidianos como andar por la calle de San Nicolás se convierten en un canyaret cada vez que llueve y el mármol mayestático de las aceras se transforma en una pista de patinaje.