La palabra capellà, en castellano capellán, es uno de los pocos ejemplos de palabra consenso del idioma alcoyano, que es el nombre que reciben aquellas palabras que se escriben y pronuncian conforme a las normas de la Acadèmia Valenciana de la Llengua y/o de la Acadèmia de la Llengua Catalana, sin recortarles nada ni añadirles ningún tipo de sufijo, prefijo o diminutivo.
El vocablo además de designar al eclesiástico que obtiene alguna capellanía y, por extensión, a cualquier eclesiástico tenga capellanía o no; en Alcoy denomina también al pez de la familia de los gádidos, popularmente conocido como bacaladilla, lirio, faneca menor o mollera, muy abundante en las aguas del mar Mediterráneo y que se consume habitualmente en salazón.
Y ahora la pregunta. ¿Para qué necesitaba un pez de la especie Trisopterus minutus con cuatro denominaciones en la saca, una quinta? Pues hay dos versiones. La primera apunta a que el aspecto que presentan las bacaladillas al secarse recuerda a la sotana de los curas. Y de ahí lo de capellán. Pero, razonará el avezado lector, también recuerdan a la capa del Conde Drácula, a la de Luis Candelas o, incluso, a la de Batman, porque vista una capa vistas todas; y en cambio las bacaladillas no se llaman ni vampiros, ni bandoleros, ni superhéroes con posibles. Cierto.
Es por eso que muchos investigadores se decantan por la segunda hipótesis. La que asegura que todo fue una ocurrencia de un grupo de intelectuales anarquistas ateos que se reunían en el Bar Trianón a finales del siglo XIX y que, para sacar de sus casillas al archidiácono de Santa Maria, empezaron a idear distintos platos con la bacaladilla como ingrediente principal, denominándolos de manera que zahirieran al eclesiástico, a saber: capellans torrats a la flama, capellans fregits, ensalada de capellans amb pilotes o capellans sense res, entre muchas otras. Cosa que consiguieron.
Todo apunta a que está segunda hipótesis es la buena porque pese a que no se recoge en la ‘Guía del Forastero en Alcoy’ de 1864, existe un leyenda urbana posterior que asegura que durante los años de postguerra más de un cliente en el Trianón y en otros establecimientos hosteleros de la ciudad recibieron alguna que otra bofetada propinada por falangistas, eclesiásticos, policías o entusiastas del régimen, en general, al solicitar en voz alta: ‘Antulio posa’m uns capellans ben torradets al foc’
NOTA HISTORICA DE INTERES O PUEDE QUE NO TANTO.- Se sabe que tres individuos del grupo del Trianón cuyos nombres no han trascendido, huyeron a Francia tras los hechos del Petrolio y trabajaron durante años para el célebre chef Auguste Escoffier creando el popular plato ‘Popietas de capellan avec crème de safran de patate douce, calamars et haricots verts avec poisson et mollusques en réduction’ por el que en 1919 fueron condecorados con la Legión de Honor de la República Francesa.