Carxofa es una de esas palabras agrarias a la que los valencianos (pueblo con un fuerte enraizamiento en el bancal) le damos significados casi infinitos. El vocablo sirve para describir la fluorescencia inmadura y comestible de la carxofera que tantos días de gloria le ha proporcionado a nuestra gastronomía autóctona, para referirnos a una persona floja y de poco entendimiento, para hablar metafóricamente de los micrófonos con los que los aguerridos periodistas asaltan a los políticos en los pasillos del Congreso o para referirnos a ese artilugio con agujeritos por el que sale el agua de la ducha. En Alcoy le hemos dado otra vuelta de tuerca al concepto y hemos introducido en nuestro vocabulario cotidiano un verbo precioso: encarxofar-se
¿Qué es exactamente un encarxofat o una encarxofà?. ¿La encarxofamenta es una enfermedad incurable o hay remedio para ella?. ¿Es lo mismo un encarxofat que un bleda?. Las preguntas son infinitas y la única manera de responderlas es dejar muy claro el verdadero significado del verbo en cuestión: encarxofar-se es sufrir un proceso súbito y transitorio de huida de la realidad, padecer un encantamiento especial provocado por una persona, animal o cosa. El encarxofat borra de su vista y de su mente todos los elementos externos y se centra de forma exclusiva (en ocasiones babeante) en aquello que le ha llamado la atención.
Romeo se quedó encarxofaet con Julieta y viceversa. Hay gente que se encarxofa cuando ve un amanecer desde la Serreta, otros sufren la misma dolencia ante la contemplación de un buen plato de callos. Hay alcoyanos de pro a los que una buena marcha mora les provoca una encarxofamenta que roza casi la catatonia, también existen tipos sibaritas que sólo alcanzan la condición de encarxofats ante un cuadro de Fernando Cabrera. El verbo encarxofarse tiene usos inagotables y puede aplicarse a todos los aspectos de la vida.
Antes de cerrar esta disquisición, hay que subrayar un dato importante: la encarxofamenta en sí no es mala; es una enfermedad que se suele superar con rapidez y que no deja secuelas. Los problemas surgen cuando el estado de encarxofat se prolonga en el tiempo; son situaciones de mucho riesgo en las que el paciente desconecta de todo y se centra de forma exclusiva en el asunto que ha provocado su obsesión. La historia está llena de encarxofats ilustres: ahí está el terrible caso de Sansón, que se quedó encarxofaet con Dalila y que acabó como el Rosario de la Aurora.