Aunque fonéticamente se preste a confusión si un alcoyano dice que ‘va d’ensaio’ no significa que vista una prenda holgada que le cubra el cuerpo hasta la rodilla. O sí. Pero en ese caso debería decir que ‘va d’ensaio con xilaba o batot’. Y si manifiesta ‘tinc un ensaio’ tampoco significa que el sujeto en cuestión sea émulo de Ortega y Gasset y autor de uno, o varios, libros en prosa en los cuales ha desarrollado alguna de sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personal. Ejemplo: Tratado sobre la tolerancia. Breve estudio sobre la libertad del ser humano, etc.
Y es que el ensaio (también pronunciado asayo o ansallo) aparte de ser un vocablo que muestra el hecho diferencial del idioma alcoyano (nótese que solo una i la separa de la palabra castellana ensayo y todo un mundo de la valenciana assaig) es una palabra que designa la reunión periódica que un número indeterminado de entusiastas festeros, individuos y, raramente individuas, de una filà mantienen, viernes sí y viernes también, con la finalidad de ensayar técnicas de desfile.
¿Qué tipo de técnica requiere desplazarse arrastrando los pies mientras se balancea el cuerpo? ¿Es necesario recibir una media de 100 horas anuales de formación, equivalentes a un curso Superior de Protección de Datos o a un Curso Universitario en Lactancia Materna para Matronas? ¿Es preciso que los cabos pasen más horas practicando que un tirador olímpico de esgrima? Son algunas preguntas a las que, a día de hoy, los organismos competentes, no han dado respuesta.
En cualquier caso lo que es cierto es que el ensaio incluye un componente de entrenamiento, y eso justifica su frecuencia, para preparar progresivamente el hígado y el estómago para los excesos de la trilogía festera. Es aquí donde el ensaio adquiere su dimensión épica y de deporte de riesgo como señaló, en su día, el traductor y médico barcelonés de origen judío Jafudà ben Astruc Bonsenyor. ‘Tres coses son perilloses de fer: beure túxech, fer assaig, e anar per mar…’