Se conoce como flitar a la acción de lanzar flit, fli o flis con un flitaor; siendo el flit un aceite venenoso inventado por el químico Franklin C. Nelson que desde 1923 se utilizó para matar de manera doméstica moscas y mosquitos, pero también todo lo que se movía, incluyendo los alveolos pulmonares de los usuarios, ya que contenía hasta un cinco por ciento de DDT. Por su parte, el flitaor era un artefacto metálico con forma de tiburón martillo y una empuñadura (justo en el punto en el que debería situarse la aleta caudal) que servía para bombear esté líquido letal de manera manual a través de un émbolo.
El hecho que casi cuarenta años después de flitar como si no hubiera un mañana se descubriera que el DDT resultaba altamente venenoso si se tragaba y era absorbido por el aparato digestivo dio origen a la palabra flipar. Hay que subrayar que esta sustancia química se utilizaba de forma indiscriminada y sin ningún tipo de precaución, nadie tenía ni el más mínimo cuidado en mirar si el flit flitado caía al suelo o sobre el plato de coraeta. La intoxicación generada por el insecticida provocaba en ocasiones reacciones parecidas a las de las drogas alucinógenas, con lo que el vocabulario cotidiano alcoyano incorporó el verbo flipar muchos años antes de que en el Verano del Amor de San Francisco se reunieran miles hippies para ponerse hasta las trancas de todo tipo de productos psicotrópicos.
Aunque el flitaor se ha convertido en un preciado artefacto kitsch, desapareciendo totalmente de nuestras vidas cotidianas, el verbo flitar ha demostrado una insólita capacidad de supervivencia. Cada vez que un alcoyano de cierta edad distribuye nubes de insectida por la atmósfera con un moderno spray recurre a esta palabreja para definir su acción, sin tener en cuenta que en los últimos cuarenta años han salido al mercado centenares de productos a los que se han incorporado los últimos adelantos de la biotecnología.
NOTA: Es rotundamente falso el rumor que señalaba que en algunas discotecas de Alcoy a finales de los años 80 se servían gintonics de flit. Es una leyenda urbana, que se debe la uso masivo de una ginebra de malísima calidad fabricada en una destilería de Cartagena, que presentaba el mismo sabor que el insecticida y parecidos riesgos para la salud.